16» Los ángeles y la Eucaristía
Autor: P. Angel Peña O.A.R
Una de las cosas más maravillosas de la Eucaristía es que, están también millones de ángeles y santos, adorando a Jesús, como a su Dios y Señor.
Por supuesto, nosotros no podemos verlos con nuestros ojos corporales, pero debemos verlos, con los ojos del alma, con los ojos de la fe.
Los ángeles están adorando a Jesús y, durante la misa, se hacen presentes de una manera especial.
En el momento del Gloria, cantan como en Navidad: Gloria a Dios en cielo…
En el momento del ofertorio, los ángeles custodios de los presentes presentan sus ofrendas e intenciones a Jesús.
Cuando las personas no tienen nada que presentar ni que pedir, porque están en la misa por compromiso social o sin devoción, sus ángeles custodios están tristes de no tener nada que ofrecer.
En el momento del Santo, todos los ángeles presentes se unen al canto de los serafines en el cielo y cantan a su Dios.
En el momento de la consagración, millones de ángeles del universo vienen hasta el altar para adorar a Jesús.
Y, en el momento de la comunión, los ángeles custodios acompañan alegres a quienes van a comulgar, pero qué tristes estarán los ángeles de quienes comulgan en pecado o sin devoción o de quienes no comulgan y así se pierden infinidad de bendiciones, que Dios tenía para ellos.
Los ángeles custodios de las personas se alegran mucho, cuando uno va a la iglesia a visitar a Jesús y, mucho más, si va a asistir a la misa con fervor y devoción.
Los ángeles y el sagrario están íntimamente unidos, porque no dejan solo a su Dios, de quien reciben tanto amor y felicidad.
Los ángeles lo adoran por nosotros, aunque Jesús esté solo, durante las horas de la noche o a lo largo del día.
Los ángeles custodios de los sacerdotes ofrecen a Jesús la ofrenda de su vida durante la misa, pues la misa es la misa de Jesús y consiste fundamentalmente en el ofrecimiento que Jesús hace de sí mismo al Padre por la salvación del mundo.
Y en este ofrecimiento quiere que se le unan los sacerdotes y los fieles presentes.
En la liturgia (misa) no sólo estamos reunidos unos con otros, sino que hay alguien más. Nos encontramos asociados a los ángeles, mirando la faz de Dios.
Con nuestras voces nos unimos a sus coros y las suyas se juntan con nosotros.
De aquí viene la grandeza de la Liturgia; porque en ella elevamos nuestros ojos hacia los ángeles y, con ellos, nos ponemos ante la faz del Creador.
Si comprendemos a fondo lo que esto significa, la liturgia será para nosotros una fuente de alegría que jamás podrá ser comparada con todas esas fiestas que nosotros hemos inventado y en las cuales no se hermanan los cielos y la tierra.
Y, al tener la certeza de que estamos ante los ángeles de Dios y que ellos mismos están entre nosotros, brotará con nuestro gozo el espíritu de adoración hacia la inmensa Presencia que nos envuelve41.
En resumen, los ángeles acompañan a Jesús Eucaristía y nos invitan continuamente a acercarnos a Jesús y hacerle compañía.
¡Dichoso quien escucha su voz y va cada día a adorarlo y a hacerle compañía y, sobre todo, asiste a la misa!
Dice san Juan Crisóstomo que, en la misa los ángeles asisten al sacerdote, entonan cantos y llenan el recinto alrededor del altar, para honrar a Dios que ahí está presente42.
Personalmente, tengo la costumbre de invitar a todos los ángeles del universo y, especialmente, de mis familiares y amigos a unirse a mí en la celebración de la misa.
¡Es muy hermoso celebrar la misa, rodeado de millones de ángeles!
41 Ratzinger Joseph, De la mano de Cristo, Ed. Eunsa, Pamplona, 1998, p. 72.
42 San Juan Crisóstomo, Diálogo sobre el sacerdocio VI, 4; PG: 48, 681