27.1» Adoración perpetua
Antedecentes
Autor: P. Angel Peña O.A.R
La adoración perpetua, permanente, día y noche, en algunas iglesias o capillas, tiene antecedentes en las cofradías del Santísimo Sacramento, nacidas a raíz de la institución de la fiesta del Corpus Christi en 1264.
Pero, hasta el siglo XV, no fue una práctica generalizada la Exposición del Santísimo, seguida de la adoración.
En el siglo XIII surgió la adoración de las Cuarenta Horas para adorar a Jesús expuesto en la custodia durante cuarenta horas seguidas en una iglesia, y después se continuaba en otras iglesias.
En 1534 esta devoción tuvo un gran impulso en Milán y el Papa Clemente VIII extendió esta costumbre a toda la Iglesia en 1592.
A partir de 1594, comienzan a fundarse Asociaciones y Congregaciones destinadas específicamente a la adoración perpetua al Santísimo Sacramento.
Actualmente, son muchas las Congregaciones religiosas dedicadas a la Adoración perpetua.
Entre ellas: la Orden de san Norberto, las Sacramentinas y Sacramentinos, Adoratrices perpetuas del Santísimo Sacramento, Religiosas de la adoración perpetua, Benedictinas de la adoración perpetua, Clarisas de la adoración perpetua, Adoratrices perpetuas guadalupanas, Religiosas de la cruz del Sagrado Corazón de Jesús, Siervas del Espíritu Santo de adoración perpetua y muchísimas otras.
Es interesante resaltar que, durante los siglos diecisiete y dieciocho, en algunas diócesis de Francia, en todas las iglesias y capillas tenían adoración perpetua.
Por ejemplo, en la diócesis de Chartres a partir de 1658, en Amiens (1658), Lyon (1667), Evreux (1672), Rouen (1700), Boulogne (1753).
Esta adoración perpetua se interrumpió con la Revolución francesa y fue restaurada, especialmente, en 1848 por influencia del famoso pianista convertido Hermann Cohen, carmelita descalzo y gran apóstol de la Eucaristía.
Actualmente, en casi todas las diócesis del mundo hay algunas capillas de adoración perpetua y muchas de adoración diurna.
El ideal es que hubiera adoración perpetua en todas las iglesias.
Así lo manifestó el Papa Juan Pablo II en junio de 1993 en el Congreso Eucarístico internacional de Sevilla:
Deseo que el fruto de este Congreso sea establecer la adoración perpetua en cada parroquia y en cada comunidad cristiana del mundo entero.
¿Nos imaginamos que en cada parroquia y comunidad religiosa hubiera una capilla de adoración perpetua, día y noche, las veinticuatro horas del día a Jesús sacramentado?
El mundo sería un paraíso.
Pero muchos católicos no están dispuestos a hacer turnos de adoración, tienen miedo a los ladrones; algunos sacerdotes no quieren complicarse la vida con más trabajos y preocupaciones... Y Jesús sigue abandonado y poco amado.
Y, en vez de crearse capillas nuevas de adoración perpetua, se cierran iglesias por falta de fieles o de sacerdotes, o están cerradas durante el día.
El Padre Martín Lucía, sacerdote norteamericano, misionero de la adoración perpetua y fundador de la Sociedad misionera apostólica Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, va por todo el mundo con sus misioneros, promoviendo en todas partes la adoración perpetua.
Él dice:
Sepan que cada minuto que le regalan a Jesús en adoración, Él lo toma y lo bendice y derrama sobre el mundo bendiciones inmensas…
Conozco hombres que vienen a saludar a Jesús de madrugada, antes de comenzar su trabajo.
Hay señoras, que cambian su itinerario al ir a hacer las compras y pasan por la capilla para adorar unos momentos a Jesús.
Hay novios que acompañan a su novias en su turno de adoración…
Debemos formar una cadena inquebrantable de amor a Jesús, para que nunca esté solo, y las capillas estén abiertas las 24 horas del día, todos los días del año, para que quien lo desee pueda ir a visitar a Jesús a cualquier hora del día o de la noche.
Una capilla de adoración perpetua es como un faro de luz en la noche del mundo y hay que hacer todo lo posible para que el mundo esté lleno de luces.
El Papa Juan Pablo II quiso dar el ejemplo y el 2 de diciembre de 1981 inauguró en la basílica de San Pedro del Vaticano una capilla de adoración perpetua.
En muchas parroquias, ya han comenzado con la adoración diurna.
Pero hay que comprometer a cada católico consciente a que dedique, al menos, una hora semanal con compromiso (tal hora concreta) para visitar a Jesús sacramentado.
De este modo, entre todos se pueden completar las 24 horas del día y hacer todos unidos una adoración perpetua.
Una hora a la semana no es mucho pedir, pues Jesús nos podría decir como a los apóstoles:
¿No habéis podido velar una hora conmigo? (Mt 26, 40).