Monday December 23,2024
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ANGELES DE AQUI Y DE ALLA


»  Oración al Santo Angel de la Guarda

»  Introducción


1»  Los ángeles

2»  La devoción a los Angeles

3»  Experiencias de Angeles

»  Parte 1

»  Parte 2

»  Parte 3


4» Más experiencias

a»  San Juan Bosco

b»  Padre Lamy

c»  Jose María Escrivá


5» Testimonios recientes

»  Parte 1

»  Parte 2

»  Parte 3

»  Parte 4

»  Parte 5

»  Parte 6


6»  Ángeles del más allá

»  Niños - Parte 1

»  Niños - Parte 2

»  Niños - Parte 3

»  Niños - Parte 4

»  Niños - Parte 5

»  Adultos - Parte 1

»  Adultos - Parte 2

»  Adultos - Parte 3


7»  Ángeles en el purgatorio

8»  Ángeles del cielo

»  Parte 1

»  Parte 2

9»  Recomendaciones prácticas

»  Parte 1

»  Parte 2

»  Parte 3


10» Oraciones

a»  Oración

b»  Oración

c»  Oración

d»  Oración

e»  Oración

f»  Oración

g»  Oración

h»  Oración


11»  Consagracion a todos los angeles

12»  Conclusión

13»  Bibliografía

 

5» Testimonios Recientes
Parte 3

Autor: P. Angel Peña O.A.R  

  • Otro ejemplo.

    Una mañana acompañé a otra hermana al médico. Salimos pronto de nuestro monasterio para aprovechar e ir a confesarnos las dos con el padre Gabriel de los Siervos de María.

    El padre Gabriel era un hombre santo y tenía muchos dones de Dios, en particular el don de profecía. Su confesionario era muy concurrido. Fuimos las dos y nos confesamos.

    El padre nos preguntó a dónde íbamos. Le contestamos que íbamos al médico, pero que teníamos miedo de no llegar pronto a la consulta, porque era ya tarde. El padre Gabriel nos dijo sencillamente:

    “Vayan tranquilas que yo las encomiendo a mi ángel de la guarda”.

    Al llegar a la puerta del hospital, nos viene al encuentro un joven, lo recuerdo perfectamente. Tenía un abrigo, que le llegaba a las rodillas, pantalones largos y, sobre todo, un rostro tan límpido y puro... Aparentaba unos 25-30 años. Nos dice:

    “Ustedes van a consulta con el doctor tal (no recuerdo su nombre)”. Sí, le contestamos, un poco extrañadas de que supiera dónde íbamos. Nos dice: “Vengan conmigo”. Le confiamos nuestro temor de no ser atendidas pronto. Y nos contesta:

    “Yo las acompaño”. Vamos con él al consultorio. La sala de espera está llena de gente. El joven toca la puerta del consultorio y entra. Sale después de unos minutos y nos dice que el doctor nos atiende las primeras, cuando salga el paciente que está atendiendo. Sale el paciente y el doctor nos atiende.

    Terminada la consulta, queremos agradecer al joven. ¿Quién era? ¿Un enfermero? Todos se miran. Nos dicen que nosotras entramos solas y que no vieron a nadie que nos acompañara ni que entrara y saliera del consultorio.

    Nosotras concluimos que era el ángel del padre Gabriel. No lo vimos más. Pero su rostro lo tengo todavía grabado en mi memoria; sobre todo, su expresión extraordinariamente límpida y luminosa. En el cielo lo reconoceré pronto.


    La misma religiosa me contaba que, en una oportunidad, ante una emergencia, el ángel había preparado la comida de la Comunidad.

    Otras veces, en que se había olvidado de cerrar la puerta de la reja, que comunica el coro con la iglesia parroquial, cuando ella iba corriendo a cerrarla, ya estaba cerrada y las llaves en su lugar. Y ninguna de las otras religiosas lo había podido hacer.
  • Más ejemplos.

    Una religiosa me decía confidencialmente que sólo había visto una sola vez a su ángel.

    Había una gran tempestad y yo estaba sola en el campo. Me refugié en una cabaña, llorando, porque me sentía muy sola.

    De improvisto, he visto una figura alta, como de dos metros, hecha de luz, con las manos juntas a la altura del pecho.

    No me ha dicho nada, pero ha abierto sus grandes alas, que tenía a la espalda y me ha cubierto completamente como para darme tranquilidad. Ha sido un segundo, pero ha sido suficiente para darme paz y tranquilidad.

    Otra religiosa me escribía: Un día, cuando estaba esperando para confesarme, llamé a mi ángel para darle un encargo. Sentí su presencia junto a mí y me dijo que NO.

    Yo le pregunté por qué y me dijo que porque el confesar tenía mucha prisa.

    Le respondí: “Entonces, que sea para otra vez”. Y me respondió: “NO puede ser, porque el padre va a ser cambiado a otra ciudad”.

    ¿Y quién me ayudará?

    “Pide ayuda al padre N.N.”. A este sacerdote nunca lo había conocido y ni siquiera sabía de quién se trataba.

    Después vi a mi ángel junto al confesor con un resplandor maravilloso. Cuando me tocó el turno de confesarme, le dije al confesor si podía preguntarle algo y él me dijo que no, porque tenía mucha prisa.

    Comprendí que mi ángel tenía razón. Al mes, fue cambiado a otra ciudad. Y, después de un tiempo, vi al sacerdote, cuyo nombre me había dado el ángel y que vino a ser mi director espiritual y confesor de la Comunidad.
  • Veamos ahora el hermoso testimonio de una de mis hermanas espirituales.

    Un domingo estaba sentada en la huerta del convento, disfrutando de las maravillas del paisaje, de las bellas flores, de los pajaritos...

    De pronto, vi a un niño que paseaba por allí y se dirigía hacia mí. Era muy hermoso, con cabellos rubios rizados, con una túnica blanca hasta las rodillas y unos ojos azules claros.

    Su mirada era pura y su sonrisa era tierna e inocente.

    Aparentaba unos 5 ó 6 años. Se me acercó, mirándome y sonriéndome, y me colocó una flor sobre el libro que tenía yo en las rodillas.

    Yo le dije: “¿Es para mí, mi amor? Gracias”. Yo pensaba que era un niño de la familia de alguna religiosa de la Comunidad. Le toqué su cabecita rubia con cariño y le pregunté:

    “¿Cómo te llamas?”. Pero él, sonriendo, se fue alejando sin decir nada. Yo lo llamé: “Espera mi amor. Te quiero dar un besito”.

    Me levanté para seguirlo; pero, al bajar la vista para dejar en el asiento el libro que tenía en las rodillas, desapareció de mi vista. Fui a ver, pero era imposible que hubiera salido de la huerta, pues la puerta estaba a unos 50 metros.

    Ni corriendo muy rápido podría haber llegado. Regresé a mi asiento y, al abrir el libro, que era “Ángeles en acción”, me di cuenta que había sido un ángel.

    Mi angelito me dijo que había sido el ángel de cierta persona muy conocida y querida para mí.

    Yo le dije a mi ángel que era muy pequeño para cuidar de una persona tan grande. Y mi ángel me respondió que los ángeles se manifestaban como desean de acuerdo a las circunstancias, pero que tienen la fuerza de gigantes.

    Alguna vez me ha dicho que en todas las misas se celebra la perpetua navidad de Jesús. Los sagrarios deberían ser tronos de adoración perpetua.

    Donde hay un grupo de almas eucarísticas en adoración a Jesús, baja del cielo, sobre ese pueblo o ciudad, un poderoso haz de luz de bendiciones.

    Me dijo que ellos, cuando hablan de la Virgen María, le dicen: Mi Reina o Reina de los ángeles.

    Me recomendó que, cuando comulgara, lo hiciera también para reparar por aquellas almas que rechazan a Jesús Eucaristía, no lo conocen o no lo aman. Y que adorara a Jesús en la hostia consagrada por todos los que no lo hacen.

 

   


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