7» Angeles en el Purgatorio
Autor: P. Angel Peña O.A.R
La venerable Madre María de Jesús de Ágreda (1602- 1665) escribió:
El día dos de noviembre de este año de 1645, estando en maitines y oficio, que hace la Iglesia por los difuntos, se me manifestó el purgatorio con gran multitud de almas, que estaban padeciendo y me pedían que las socorriese…
Llegada la noche, vi algunos ángeles en la celda con grande hermosura y me dijeron que iban al purgatorio a sacar el alma de la reina, por quien yo había pedido…Y los ángeles la llevaron al eterno descanso, que gozará mientras Dios sea Dios73.
A los siete u ocho días de la muerte de su Alteza, estando en el coro, en la oración de la comunidad, se me apareció su alma un día tras otro y me dijo:
“Sor María, el ángel santo de mi guarda, que es el que me ha consolado desde que se apartó mi alma del cuerpo, me ha declarado cómo ayudaste a mi madre, la reina, en el purgatorio; y me ha encaminado por voluntad divina y traído a tu presencia para que te pida tus oraciones y las de las religiosas y que me socorras como a mi madre”…
El ángel que la acompañaba era de superior jerarquía, de hermoso y admirable semblante…
Muchas veces, conocía que su alma estaba con su ángel, en todas estas ocasiones, así el alma como el ángel, me encargaban y pedían que rogase por su descanso74.
Santa Verónica Giuliani (1660-1727) escribe en su Diario: Mi ángel me obtuvo la gracia de que me hablase un alma del purgatorio, que me dijo: “Ten compasión de mí”. La encomendé a la Virgen y me pareció ver la dicha de esa alma, que me dijo: “Ahora he sabido que pronto saldré de aquí por vuestra caridad. GRACIAS”.
La beata Isabel Canori Mora (1774-1825) escribe en su Diario: El dos de noviembre de 1822, oré al señor con fervor por los difuntos… Se aparecieron tres ángeles que me acompañaron al purgatorio.
Al día siguiente, fui a la iglesia y estuve más de tres horas, orando por las almas del purgatorio, y el Señor se dignó mostrarme el triunfo de su misericordia y vi a aquellas almas en filas, acompañadas de sus ángeles custodios, entrando triunfantes en el cielo.
Santa Gema Galgani (1878-1903) escribe: Ayer por la mañana, después de la santa comunión, Jesús me dijo que hoy, después de media noche, volaría al cielo el alma de la Madre María Teresa… Y efectivamente así fue… Vi llegar a la Virgen, acompañada de su ángel de la guarda.
Teresa me dijo que su purgatorio había terminado y que se iba al cielo. Estaba muy contenta. Vinieron a buscarla Jesús, María y su ángel de la guarda75.
Santa Gema rezaba cada día por las almas del purgatorio y su ángel la estimulaba en este deseo de liberar a las almas purgantes.
Santa Faustina Kowalska (1905-1938) escribe en su Diario: Un día vi a mi ángel custodio que me ordenó seguirle. En un momento, me encontré en un lugar nebuloso, lleno de fuego, y en él una multitud de almas sufrientes. Solamente nosotros podemos ayudarlas. Mi ángel custodio no me dejó en ningún momento76.
El padre Alessio cuenta: En una ocasión, en el convento de san Giovanni Rotondo, donde vivía el santo padre Pío de Pietrelcina, se oyeron unas canciones hermosas en la iglesia. Pero a aquella hora, la iglesia estaba vacía. Le pregunté al padre Pío y respondió: “Son las voces de los ángeles, que llevan las almas del purgatorio al paraíso”77.
La beata Ana Catalina Emmerick escribe en su Autobiografía: Estaba yo con mi ángel en el purgatorio y veía la gran aflicción de aquellas almas, porque no podían valerse por sí mismas, y notaba cuán poco las socorren los hombres de nuestro tiempo. Indecible es su necesidad.
Comprendiendo esto, vine a hallarme separada de mi guía por una montaña y experimenté tan vivo anhelo y afán de volver a su lado que casi perdí el conocimiento. Le veía a través de la montaña, pero no podía ir hacia él. Entonces, me dijo el ángel:
“Ese mismo deseo que tú sientes, lo sienten esas almas para que se les socorra”… A la vista de aquellos lugares, lloraba yo de rodillas y clamaba a Dios con los brazos abiertos hasta que Él se compadecía.
El ángel me exhortaba a ofrecer todas mis privaciones y mortificaciones por las almas benditas, las cuales no pueden valerse por sí mismas y son cruelmente olvidadas y abandonadas por los hombres.
Yo enviaba muchas veces a mi ángel custodio al ángel de aquellos a quienes veía padecer, para que él los moviese a ofrecer sus dolores por las almas benditas. Lo que hacemos por ellas, oraciones u obras buenas, al punto se convierte en consuelo y alivio para ellas ¡Se alegran tanto! ¡Son tan agradecidas!
Cuando yo ofrezco por ellas mis trabajos, ellas ruegan por mí. Lléname de espanto el horrible abandono y el desperdicio que se hace de las gracias de la Iglesia, que en tal abundancia son ofrecidas a los hombres y que estos tan poco aprecian, mientras las pobres almas las anhelan y desfallecen a causa del deseo que tienen de ellas78.
73 María de Jesús de Ágreda, Mística ciudad de Dios, Ed. Villena tomo V, Madrid, 1985, pp. 349-351.
74 ib. pp. 356-357.
75 Carta a Monseñor Volpi del 10 de agosto de 1900.
76 Cuaderno I, 7.
77 Parente Alessio, Mandami il tuo angelo custode, o.c., p. 186.
78 Emmerick Ana Catalina, Visiones y revelaciones, Ed. Guadalupe, México, Autobiografía, I parte, p.185.