LIBRO PRIMERO
Encontrar a María
Capítulo
II» El consuelo de la Virgen María
1) El hijo: Ahora, Señora mía, te ruego que hables un poco conmigo. Abre tus
labios en nombre de tu Hijo, que te ha colmado de toda gracia espiritual.
2) La Madre: Yo soy la Madre de la misericordia, llena de caridad y de dulzura.
Soy la escalera de los pecadores, la esperanza y el perdón de los culpables, el
consuelo de los afligidos y el gozo particular de los santos. Vengan a mí todos
ustedes que me aman, y quedarán satisfechos en medio de mis consuelos, porque
soy buena y misericordiosa para con todos los que me invocan.
3) Vengan todos, justos y pecadores, y yo rogaré al Padre por ustedes. Rogaré
también al Hijo para que se reconcilie con ustedes en el Espíritu Santo. Los
invito a todos, los espero a todos, deseo que todos vengan a mí. No desprecio a
ningún pecador; sino, al contrario, por un pecador que se convierte, me regocijo
con gran afecto junto con los ángeles de Dios en el cielo. Porque no en vano ha
sido derramada por el mundo la sangre de mi Hijo.
4) Acérquense entonces a mí, hijos de los hombres: observen mi celo para con
ustedes ante Dios y ante mi Hijo Jesucristo. Está claro: cargaré sobre mí su
ira y aplacaré con mis fervorosas plegarias a aquel que, como ustedes saben,
han ofendido.
5) Conviértanse y vengan; hagan penitencia, y yo invocaré el perdón para ustedes
. No lo olviden: yo estoy situada entre el cielo y la tierra, entre Dios y el
pecador; y obtengo con mis ruegos que este mundo no perezca. Pero no quieran
abusar de la misericordia de Dios ni de mi clemencia; más bien manténganse
alejados de todo pecado, para que no descienda sobre ustedes su ira ni su temible
venganza.
6) Exhorto a mis hijos, insto a los que tanto amo: sean imitadores de mi Hijo y
de la que es Madre de ustedes. Acuérdense de mí, que no puedo olvidarme de
ustedes, porque siento compasión de todos los desdichados y soy una muy misericordiosa
abogada de todos los fieles.
7) El hijo: Palabras maravillosas, rebosantes de toda dulzura celestial. Sublime
voz que desciende de lo alto como rocío sobrenatural, trayendo aliento a los
pecadores y alegría a los justos; melodía del cielo que se derrama en la conciencia
de los desesperados. ¿Y quién soy yo para que la Madre de mi Señor me
hable a mí? Bendita seas, Madre Santísima, y sean benditas tus palabras. Ellas
son leche y miel sobre tu lengua, y su aroma es superior a todos los demás aromas.
8) Mi alma ha quedado profundamente conmovida por tus palabras, OH María.
Por cierto, apenas tu voz consoladora llegó a mis oídos, mi alma se ha estremecido
de alegría, mi espíritu ha recuperado vigor y todo mi corazón ha sido inundado
de nuevo gozo, puesto que hoy me has anunciado cosas buenas y jubilosas.
Estaba triste, pero ahora estoy feliz por tus palabras. Tu voz es suave a mis oídos: yo estaba oprimido y desalentado, pero ahora me encuentro alegre y
verdaderamente confortado.
9) Me tendiste la mano desde arriba y me tocaste; así quedé curado de mis miserias
. Con mucha dificultad podía hablar, mientras que ahora tengo ansias de
cantar y de agradecerte. Se me había vuelto tediosa la vida, ahora en cambio
no tengo miedo ni siquiera de la muerte, porque sé que tú eres mi abogada ante
tu Hijo, a cuya misericordia me encomiendo desde este momento y para cada
instante de mi vida venidera. Desde que hablaste al corazón de tu desolado
huérfano, de inmediato he cambiado para mejor y me siento profundamente
transformado en mi interior. Estaba postrado como quien no tiene esperanza,
pero tú te has acercado a mí, me has infundido consuelo y aliento, hablándome
con gran amor.
10) La Madre: ¿Qué te pasa, hijo? , ¿Quién quiere hacerte daño? No temas; yo
me haré cargo de eso. Para el caso, cuenta conmigo y con mi Hijo, tu hermano,
quien está a la derecha del Padre y es fiel mediador e intercesor por tus pecados
. Debes tener total confianza en él, porque es él quien da la vida, es él quien
vence a la muerte. Habiendo asumido carne de mí en el tiempo, engendrado por
el Padre desde la eternidad, ha sido enviado para la salvación de todo el mundo.
De él proceden la esperanza y el consuelo, la fe y la victoria. Por eso, acuérdate
siempre de Jesús y de María, y no sentirás miedo de ningún enemigo.
11) El hijo: Feliz ese momento en que te dignas acercarte a mi corazón dominado
por el desconsuelo, misericordiosa Virgen María. Ojalá fuese más prolongado,
para poder escuchar tus palabras de aliento, que con tanta intensidad me
enardecen y purifican, tan pronto entran en contacto con mi interior y me renuevan
profundamente. Feliz tu seno, oh María, que no cesa de brindar la dulcísima
leche del consuelo. Por la abundancia de gracia del Niño Jesús, al que tú
amamantaste, no puedes negar tu innata misericordia a quien te la pide y más
bien, concedes a menudo gracia incluso a los grandes pecadores.
12) Oh Madre de inmensa piedad, de grandísima misericordia y caridad; Virgen
incomparable, amab1e y venerable para todos; Madre singular del Hijo de Dios,
que nació de ti, como también Madre universal de todos los cristianos y Madre
particular y especial en relación con el grado de devoción que abrigamos hacia
ti; Virgen Reina del mundo y Señora de los ángeles, atráeme a ti, para que no
permanezca bajo el peso de mis pecados. Distribuye la gracia, salvífico rocío del cielo, de la que eres Medianera, a fin de que yo merezca experimentar que
eres la Madre de la gracia y la fuente de la misericordia.
13) La Madre: Yo soy la Madre del noble amor, del casto y santo temor, del
piadoso alivio y del suavísimo consuelo. Por lo cual, al oír mi nombre, regocíjate
de todo corazón. Inclínate con respeto y salúdame con alegría, porque al honrar
a la Madre honras también al Hijo, que tiene a Dios por Padre. Yo soy María, la
Madre de Jesús, y este será por siempre mi nombre. ¿Y quién es Jesús? Es el
Cristo, el Hijo del Dios vivo, el Salvador del mundo, el Rey del cielo y de la tierra,
el Señor de los ángeles y el Redentor de los fieles, el Juez de vivos y
muertos.
14) El es la esperanza de las almas buenas, el consuelo de los devotos, la paz de
los mansos, la riqueza de los pobres, la gloria de los humildes, la fortaleza de
los débiles, el camino de los extraviados, la luz de los ciegos, el bastón de los
lisiados, el alivio de los oprimidos, la ayuda de los atribulados y el refugio particular
de todos los buenos. Bendice al Hijo con la Madre, y serás amado por el
Padre.
Toda vez que me hagas una atención, ríndele honor y gloria a él, porque
su gloria es mi alegría, y el homenaje tributado a él es una alabanza dirigida a
mí. Ponme a mí y a Jesús como sello sobre tu corazón, como sello sobre tu brazo
. Si estás de pie o sentado, si ruegas, lees, escribes o trabajas, que Jesús y
María estén con frecuencia en tus labios y siempre en tu corazón.
15) El hijo: Que te sirvan todos los pueblos, todas las naciones y todas las lenguas
. Que todas las criaturas se arrodillen ante ti. Que el cielo diga: "Alégrate,
oh María". Responda la tierra: "Ave para siempre y... más allá". Que todos los
santos glorifiquen tu nombre, y que todos los devotos vibren de júbilo delante
de ti y del Cordero, Jesucristo, tu Hijo y Señor nuestro. Amén.