LIBRO TERCERO
Amar a María
18» Capítulo VII
Invocación de los santos nombres de Jesús y de la Bienaventurada Virgen.
1) Señor Jesucristo, tus caminos son hermosos y seguros para recorrerlos con rectitud y perfección; todos tus caminos son pacíficos y santos para conducir hacia tu Reino celestial a todos tus fieles y a los humildes de corazón.
2) Por lo tanto, cualquiera sea el sitio al que te dirijas, cualquiera el lugar en que camines o te detengas o te establezcas, invoca a Jesús y a María, su dulce Madre, repitiendo con amor esta santa invocación: "Señor, mi Dios, dirige mi camino delante de ti", y añadiendo esta otra semejante: "Oh buen Jesús, haz que sean firmes mis pasos a lo largo de tus caminos, a fin de que no se alejen para mirar las vanidades o para discurrir acerca de temas ociosos y nocivos para mi alma ".
Repite esta dulce invocación incluso cuando te dispones a tomar tu alimento, y tenla siempre al alcance de tu mano, como un bastón en que apoyarte, reiterándola a menudo con devoción.
3) Que Jesús y María estén siempre conmigo en el camino, en todo lugar y en todo momento, como buenos guardianes, para no correr peligro de equivocarme por senderos peligrosos y para que no me distraigan tantos fantasmas interiores y exteriores.
4) Esta santa invocación: "Jesús y María", es breve para decir y para recordar, pero también es dulce para meditar. Es eficaz protección, custodia fiel, amiga en el camino, dulce consuelo, auxilio poderoso, prudencia y perseverancia en el recto camino hacia la vida eterna, para todo débil peregrino que desprecie lo mundano; ella posee la fuerza de los mejores y más aguerridos combatientes que están al servicio de los reyes y de los príncipes de este mundo, y también de los santos del cielo y de la tierra.
Ella une en el fervor espiritual a todos los ciudadanos del cielo, que siguen con todo respeto a Jesucristo y a María Santísima, su amada Madre, incomparablemente digna de toda alabanza y de todo honor de parte de cada cual. Por lo tanto, el que cuenta con Jesús y con María como compañeros en el camino de esta vida, los tendrá como afectuosos abogados en la hora de la muerte.
5) No abandones a Jesús, si deseas vivir y gozar por siempre con Jesús y María . Camina bien y con seguridad quien lleva en el corazón a Jesús y a María; los tiene siempre en los labios y los bendice; los llama con la voz y siente cómo se regocija su propio corazón; los invoca con la mirada, suspira con el semblante, los aplaca con besos, los abraza y los suplica de rodillas.
Dichoso el que invoca a menudo y saluda con devoción a Jesús y María, el que los recuerda con cariño, los honra y canta festivamente en su honor. ¡Qué dulce es Jesús y qué dulce es María, su amada y santa Madre! Feliz el peregrino que, en todo lugar y en todo tiempo de su exilio en el cuerpo, se acuerda de la patria celestial, donde Jesús y María gozan con todos sus ángeles y santos en la más grande alegría y en la gloria eterna.
6) Feliz el peregrino que no pide quedarse en este mundo, pero desea desatarse y estar con Cristo en el cielo. Feliz el pobre y mendigo que cada día extiende la mano, para recibir el pan del cielo, y que, mientras no reciba por lo menos una migaja, no cesa de suplicar humildemente delante de la mesa de Dios. Dichoso el que es invitado a la cena del Cordero y recibe su sacramento, mientras no llegue al supremo convite.
En efecto, cada vez que alguien comulga con devoción o un sacerdote celebra con recogimiento en honor de Dios, espiritualmente comen y beben con Jesús bendito y con su Madre. Quien obra así es discípulo de Jesús, íntimo de la Bienaventurada Virgen María, compañero de los ángeles, conciudadano de los apóstoles, familiar de Dios, pariente de los santos y amigo del cielo. Él huye del bochinche y de las chácharas, medita las palabras de Jesús y controla con diligencia su corazón junto con los demás sentidos, para no ofender a Jesús, a María y a los otros santos.