6.2» Espiritismo - Parte 2
Autor: P. Angel Peña O.A.R.
Veamos más ejemplos:
- Hace algunos años murió mi hermana y esto agravó mi depresión. Tenía complejo de culpa y sentía muchos deseos de comunicarme con ella para decirle que la quería mucho y todo lo que sentía su partida. Alguien me habló de un centro de sicofonía, donde, bajo la guía de personas expertas, se podía uno comunicar con el más allá. Esto se presentaba como resultado de una investigación científica comprobada. Los investigadores habían captado una onda de radio, llamada onda blanca, a través de la cual era posible hablar con las personas fallecidas. Yo caí en la trampa.
Me dirigí con mi madre al centro de sicofonía, donde un señor acogía gratuitamente a las personas que deseaban hablar con sus difuntos. Había unas 25 personas en una sala, donde había una radio enorme con extrañas antenas. El responsable nos pidió ponernos en comunicación mental con la persona deseada del más allá. Después de unos momentos, comenzamos a oír unas voces. Una de las señoras presentes fue llamada por su nombre. Era una mamá que había perdido a su hijo en un accidente. Aquella voz juvenil se presentaba con el nombre del joven difunto. Los dos hablaron unos minutos.
Después, fue nuestro turno. Una voz se presentó con el nombre de mi hermana y me llamó. La voz saludó a mi madre y habló de cosas referentes a mi familia. Pregunté algunas cosas y la voz me respondió. Todo sucedió en unos tres minutos. Después de la sesión, el responsable me dijo que quería enseñarme la técnica de la escritura automática... Me ejercité en casa en esta técnica, creyendo hablar con mi hermana. Después de algún tiempo, cuando me sucedieron malestares inexplicables, entendí que se trataba de un diálogo con el demonio.
Por causa de la sicofonía, si antes estaba mal, ahora estaba mucho peor. Sentía en mi casa la presencia de seres invisibles, no podía dormir ni estudiar. Era como un monstruo, odiaba a todo el mundo y, sobre todo, me odiaba a mi misma. Y de nada me sirvieron las visitas al sicólogo y al siquiatra. Por fin, acudí a un sacerdote exorcista y empecé a asistir a un grupo de oración. También empecé a rezar el rosario, confesarme frecuentemente y a asistir a la misa. Así mejoré totalmente. Ahora, después de ocho años, tengo un título profesional, me he casado y tengo dos hijos. Todo gracias a Dios17.
- Cuando era jovencito, comencé a meterme en el espiritismo. Yo había sido bautizado de niño, pero mi familia no era católica practicante e ignoraba casi totalmente las enseñanzas de la Iglesia. Mi madre se enfermó y esto nos llevó a buscar con esperanza su salud por todas partes, pues los médicos no la mejoraban. Buscamos también el camino del espiritismo, sobre todo, porque en mi país, Brasil, hay muchos sanadores espiritistas. Sin embargo, el estado de salud de mi madre no mejoraba, ni siquiera con espiritismo o prácticas mágicas de ritos de diversas religiones. Un día, antes de morir, mi madre me dijo: “Hijo mío, acuérdate de que estas religiones nos engañan y prometen cosas falsas. La única religión, que nunca me ha engañado ni me ha prometido promesas fáciles, es la católica”.
Por mi parte, yo había empezado a sentirme mal. Sentía ruidos inexplicables y presencias invisibles en la casa, pues había asistido a una sesión espiritista con unos amigos y empecé a sentir una angustia terrible y un pesimismo indefinible. Gracias a Dios y a la Virgen María, todo esto terminó, cuando, a continuación de la muerte de mi madre, me acordé de las palabras que me había dicho antes de morir. Y comencé a asistir a la iglesia y a rezar el rosario, a confesarme, a participar en la misa... Y así encontré la paz y la alegría perdida18.
- Me llamo Graciela y perdí a mi esposo el año 1992. Este suceso me hizo acercarme a la fe después de muchos años de haberme alejado de la Iglesia. Comencé a confesarme cada semana, a ir a misa frecuentemente y a rezar cada día. En una ocasión, oí hablar de la posibilidad de comunicarse con el más allá por medio de una grabadora. Creí que podía ponerme en comunicación con mi esposo difunto por este medio y comencé a hacer grabaciones de prueba. Un día, cuando fui a dormir, oí en mi almohada una voz que me llamaba: “Graciela, Graciela”. Pensé de inmediato: “Dios me está dando la posibilidad de escuchar a mi esposo”. Después de algunos días, me di cuenta de que no podía ser mi esposo; pues, cuando empezaba a rezar, oía en mi mente una voz que se sobreponía a mi oración y blasfemaba. De noche no podía dormir, algunas veces parecía que alguien me cogía los brazos. Fui a contarle todo a mi párroco y él me aconsejó no hacer nunca más la prueba de escuchar a mi esposo con la grabadora y rezar más. Intensifiqué el rezo del rosario y estos fenómenos han desaparecido19.
17 Ernetti Pellegrino, La catechesi di Satana, Ed. Segno, 1998, p. 176.
18 Bamonte Francesco, I danni dello spiritismo, Ed. Ancora, 2003, pp. 13-15.
19 ib. pp. 37-40.