14.4» Música Rock - Parte 4
Autor: P. Angel Peña O.A.R.
Otro caso. Miguel tenía 18, cuando empezó a escuchar música rock de contenido satánico. Él nos dice:
Estaba pasando un mal momento. Mi padre acababa de perder el trabajo por ser una persona correcta y honrada. Lo habían despedido por no aceptar las irregularidades que le pedían.
Mi madre había caído en una grave depresión y le reprochaba continuamente a mi padre su honradez. Le repetía constantemente que las personas honradas se mueren de hambre y que debía espabilarse.
Esta situación trastornó mi visión de la vida. Durante muchos años, en el colegio y en la parroquia, había oído repetir que la honradez y la lealtad eran valores muy importantes. Pero estos valores, de repente, estaban a punto de llevar a mi familia a la miseria.
Lo más terrible para mí fue la depresión de mi madre. Una noche llegó a decir que estaba arrepentida de haberse casado con un hombre honrado como mi padre. Así empecé a odiar a todo el mundo, odiaba este mundo bastardo y falso, que había condenado a mi padre por su lealtad.
Me volví nihilista, ya no creía en nada. Buscaba una válvula de escape a mi estado de ánimo y lo encontré en el rock satánico. Aquella música me gustaba, parecía hecha a propósito para llenar el vacío de valores que tenía.
Al principio, sólo escuchaba música. Después empecé a traducir la letra que, a menudo, era lúgubre, violenta y pesimista. Parecía la representación perfecta de mi odio al mundo. Luego el rock satánico me llevó a acercarme al satanismo propiamente dicho. En un comienzo, entré en contacto con gente que practicaba la magia negra. Me prestaron varios libros, que leí con sumo interés.
El satanismo parecía la respuesta adecuada a mis preguntas de aquel momento. Luego, poco a poco, empecé a apasionarme por el espiritismo... Me fascinaba la idea de preguntar a los muertos. El mundo del más allá parecía, en cierto sentido, más puro que aquel en el que vivía realmente, y así, con un grupo de amigos, empezamos a hacer sesiones de espiritismo para entrar en contacto con las almas de los difuntos.
Esto duró unos meses, pues me di cuenta de que esta pasión me tenía aislado del mundo... Esto no me hacía feliz, pero llenaba mi vida. Sentía que la experiencia del espiritismo, y antes la del satanismo, había contribuido a colmar un vacío que tenía dentro de mí, pero nada más.
Sin embargo, ambas experiencias me habían hecho más lúgubre y pesimista que antes. Había perdido completamente la dimensión de la realidad y vivía en un mundo muy mío.
Seguía escuchando música de rock satánico. No podía dejar de escucharla. Me daba fuerza y valor para seguir adelante; pero, al mismo tiempo, me estaba envenenando.
Hasta que me enamoré de Valentina, una chica espléndida. Gracias a ella recobré la esperanza. En la misma época, mi padre encontró un nuevo trabajo y la situación familiar mejoró.
Muchos otros chicos cayeron más bajo hasta cometer delitos. Yo no caí tan bajo, pero si no cambio de rumbo, hubiera pasado cualquier cosa. Yo era en aquel momento realmente frágil.
Muchos jóvenes como yo, están desencantados del mundo. Se sienten traicionados por la vida. Sueñan con un mundo más justo que no sea sólo el campo de malhechores y aduladores, dispuestos a arrodillarse ante el dios dinero y ante los poderosos.
De toda mi experiencia he aprendido que, para combatir los males del mundo, no hay que huir. Hay que comprometerse para construir un mundo mejor.
Aislarse de la realidad, a través de las prácticas esotéricas, no sirve de nada. Por eso, a los jóvenes les diría que estén atentos, porque el demonio acecha contra nuestras frágiles vidas, cuando halla el terreno abonado del desencanto y de la desesperación. Yo no quiero dejarme atrapar por el pesimismo de Satanás67.
67 Climati Carlo, Los jóvenes y el esoterismo, o.c., p. 46-50.