CRUZANDO EL RIO
Cierta vez, caminaban dos monjes a orillas del bosque. Se dirigían con paso fluido hacia el monasterio que se ubicaba a dos kilómetros de distancia, después de cruzar el torrentoso río.
Al aproximarse al río, uno de ellos observó que una mujer, con su ropa raída por los intentos de cruzar, ya estaba exhausta y con mucho miedo...
En cuanto los vio aproximarse, les suplicó que le ayudarán a cruzar el río, pues sola ya comprendía que no lo lograría...
Uno de los monjes se deshizo en explicaciones.
No te podemos cruzar porque llevamos prisa, y aparte no te podemos ayudar porque somos de cuerpo frágil para cargarte, y es por esto que no podemos cruzar contigo, porque si fallamos seríamos culpables de tu muerte.
El otro monje, la tomó fuertemente en sus brazos, la cruzó, la soltó y siguió caminando...
Mientras seguían la senda, aquél que puso puros pretextos y explicaciones, le alegaba y llamaba la atención por haber ayudado a la mujer.
- Cómo pudiste arriesgar tu vida; gastaste tu energía física, no debiste haberlo hecho.
Después de dos horas de escuchar reproches, y ante la puerta del monasterio, el monje le responde...
- Yo sólo la cargué mientras cruzaba el río; sin embargo, tú la has cargado todo el camino...
¿Cuántas veces llevamos con nosotros un problema que bien hubiera podido quedarse en el pasado?
¿Cuánto tiempo nos demoramos en perdonar, aun cuando el río tormentoso ya lo hayamos cruzado?