LOS CUERVOS Y LOS NIÑOS
SUEÑO 47.—AÑO DE 1864.
Cuenta la Crónica de Don Ruffino:
«El día 14 de abril, [San] Juan Don Bosco habló por la noche a los estudiantes y, al día siguiente, a los artesanos, también después de las oraciones.
Relató en tal ocasión los dos sueños siguientes que tuvo, el uno antes y el otro después de los Ejercicios Espirituales. Aseguraba el [Santo] que aquellos sueños le produjeron un profundo terror.
Éra la noche precedente a la Dominica in Albis, y me pareció encontrarme en el balcón de mi habitación viendo cómo los jóvenes se divertían. Cuando he aquí que veo aparecer un enorme lienzo blanco que cubría todo el patio, debajo del cual los jóvenes continuaban sus juegos.
Mientras contemplaba aquella escena, veo una gran cantidad de cuervos que comenzaron a volar sobre el lienzo, a girar por una parte y por otra hasta que introduciéndose por la extremidad del mismo, se arrojaron sobre los muchachos para picarles.
El espectáculo que se ofreció a mi vista fue desolador: a unos les sacaban los ojos; a otros les picaban la lengua, haciéndosela mil pedazos; a éste le daban picotazos en la frente y a aquel otro le herían el corazón. Pero, lo que más admiración causaba, era, como yo me decía a mí mismo, que ninguno de los jóvenes gritaba o se lamentaba, sino que todos permanecían indiferentes, como insensibles, sin intentar siquiera defenderse.
—¿Estoy soñando —me decía a mí mismo— o estoy despierto? ¿Es posible que éstos se dejen herir sin lanzar un grito de dolor?
Pero al rato sentí un clamor general y después veo a los heridos que comienzan a agitarse, que gritan, que haciendo gran ruido se separan los unos de los otros. Maravillado ante aquel espectáculo, comencé a pensar en el significado de cuanto veía.
—Tal vez, —pensaba entre mí— como es el sábado in Albis, el Señor me quiere dar a entender su deseo de cubrirnos a todos con su gracia. Esos cuervos serán los demonios que asaltan a los jóvenes.
Pero, cuál no sería mi sorpresa, al comprobar que el lunes disminuían las Comuniones, el martes mucho más y el miércoles de una manera alarmante; hasta el punto de que, mediada la Misa, ya había terminado de confesar.
Nada quise decir, pues estando próximos los Ejercicios Espirituales esperaba que todo quedaría solucionado.
Ayer, 13 de abril, tuve otro sueño. A lo largo del día había estado confesando; por tanto, mi imaginación estaba ocupada con el pensamiento de las almas de los jóvenes, como lo está casi siempre. Por la noche fui a descansar, pero no podía lograrlo; estaba medio dormido, medio despierto, hasta que al fin me quede dormido.
Entonces, me pareció encontrarme otra vez en el balcón siguiendo con la vista el recreo de los jóvenes.
Vi a todos aquellos que habían sido heridos por los cuervos y los observé atentamente. Más, de pronto, apareció un personaje con un vasito lleno de un bálsamo en una mano. Iba acompañado de otro que llevaba un pañito. Ambos se dedicaron a curar las heridas de los jóvenes, las cuales, al contacto con el bálsamo, quedaban inmediatamente cicatrizadas.
Hubo, sin embargo, algunos que al ver a aquellos dos personajes acercarse, se apartaron de ellos y no quisieron ser curados. Y, lo que más me desagradó, fue que los tales formaban un número bastante respetable. Me preocupé de escribir sus nombre en un trozo de papel, pues los conocía a todos, pero mientras lo hacía me desperté y me encontré sin el papel.
Con todo, hice un esfuerzo para retenerlos en la memoria, y al presente los recuerdo a casi todos. Tal vez me podría olvidar de alguno, pero creo que serían contados. A hora iré hablando, poco a poco, con los interesados y procuraré inducirles a sanar de sus heridas.
Denle la importancia que queráis a este sueño; lo que les puedo asegurar es que si le prestan plena fe no causarán perjuicio alguno a sus almas.
Les recomiendo encarecidamente que estas cosas no salgan del Oratorio.
Yo se lo cuento todo, pero deseo que todo permanezca en casa.
El Cronista no hace comentario alguno sobre este sueño, ni ofrece ninguna otra explicación, tal vez considerando que las palabras del relato expuesto por [San] Juan Don Bosco ofrecen ya en sí una interpretación.