Friday April 26,2024
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LA VOLUNTAD DE UNA PALOMA

Te quiero contar algo que me enseñó una paloma cuando yo era pequeña. Siempre me han gustado todos los seres vivos. Haciendo memoria, quizá se deba a que tuve una nana indígena. Yo tengo la imagen de mí misma de bebé metida en una caja de madera azul sentada junto a ella, que estaba lavando mis pañales.

El aroma de jabón de pastilla, la espuma que se hacía en sus manos, el olor del viento mezclado con el de la ruda, ajenjo, albahaca y rosas, entre otras plantas del jardincillo y la sensación de las hojitas en mis manos. Ella me daba hojitas para jugar y me vigilaba. En ocasiones detenía su lavado y me señalaba de entre la tierra animalitos. Tengo muy presentes a los caracoles y a las lombrices.

Bueno... resulta que un día, ya de adolescente, llegó una paloma a la puerta de la casa. En una de mis salidas la encontré en un rincón. Blanca intensa y de pico rosado. Llegó herida y asustada. Un vecinito vio que la recogía, y me dijo que me conseguiría un macho para ella, si decidía conservarla. A regañadientes de mi madre, y aprovechando un "desván" que usaban para guardar cosas viejas, acomodé ahí a la paloma junto con el macho.

Tuvieron bastante descendencia, y entre ellos, un día en la mañana, encontré en el nido, que había sido atacado por una rata, un pichón, apenas emplumando; que estaba seriamente lastimado. Corrí al veterinario, que al verlo me dijo que lo mejor era apresurar su muerte y acabar con su sufrimiento.

Yo lloré mucho, y me regresé con mi pichón y mi corazón partido a la casa. No me hacía a la idea de matarlo, a pesar de su sufrimiento. Yo pensaba que el pobre había sobrevivido al ataque, al dolor, al sufrimiento, al espanto y seguía luchando por su vida. Así que corrí por lo que tenía en un botiquín, y lo curé como me enseñó a curar mi padre adoptivo.

Cuando terminé el trabajo de limpiado, observé que se veía parte de su masa encefálica, me las arreglé para hacerle un "casco" de gasas y cinta de curación. Se lo coloqué después de haberle puesto agua oxigenada y tintura de genciana.

Le revisaba cada vez que podía, lo acariciaba, le hablaba con ternura y le daba alimento con gotero.

Sus padres también cooperaron dándole calor y no rechazándolo del nido. Así las cosas, el condenado a muerte que resultó otra paloma blanca, sobrevivió.

Era la primera en  llegar corriendo cuando les llamaba y tiraba el alimento al suelo.        

Un día que tenía prisa, solamente llegué y dejé su alimento en una vasija. Lo lamenté mucho, porque me encantaba verlas comer y hablarles mientras comían.

Ya me iba, cuando me di cuenta que la palomilla quedaba al último y chocaba con las otras para abrirse camino. Me acerqué y entonces me di cuenta de una cosa: ¡Mi paloma se había quedado ciega! Era el ruido del alimento al caer y mi voz lo que la conducía directo a los granitos  que les daba. En ese momento la amé más que nunca.

Creció muy feliz, se levantaba en grandes vuelos y tuvo otras crías que. junto con las demás, hicieron que mi madre deseara correrme con todos mis "avechuchos".

Esto me enseñó que nunca, a pesar de que todo esté en contra, debes darte por vencido. Si pudo un "avechucho", con más razón puede un ser humano.

Claro que la vida me ha enseñado que a veces el ser humano es el que menos puede. Como decía el poeta "En el hombre existe mala levadura, mas el alma simple de la bestia es pura".