 ¿Quién  es la Santa Muerte?
¿Quién  es la Santa Muerte?
              
              ¿De dónde viene? 
              
              ¿Es una entidad buena o mala? 
              
              
              Son muchas  las preguntas que la gente se hace y pocas son las respuestas.
              
En este espacio  conocerás la historia de la Señora desde sus orígenes hasta nuestros días. 
              
              Aprenderás cuál es la verdad.
             
            Declaraciones  de los obispos de México:
              
              1. El obispo  que supuestamente sigue esta secta NO está ordenado sacerdote.
              
              2. Es una secta.
              
              3. La  autodenominada “Iglesia católica tradicional, misioneros del Sagrado Corazón y  de san Felipe de Jesús”. NO son católicos, ni tradicionalistas. Tampoco son una  iglesia.
              
              4. Quienes caen  en este tipo de culto son personas que se encuentran desesperadas, pero no por  una crisis económica, sino por una crisis de fe.
              
              5. Los  católicos que caen en este culto deben saber que es un pecado grave: idolatría  (“devoción popular” sin ningún soporte doctrinal ni justificación teológica)
  
              Y advierten a  los seguidores de la santa muerte que “esto no es un juego, ni la muerte es una  deidad divina, detrás de ese culto hay algo diabólico y la gente debe tener  mucho cuidado. Detrás de esto está el reino del maligno y la gente puede ser  víctima de una posesión diabólica".
  
              La Iglesia  católica alerta sobre el peligro que representa adorar a la “santa muerte”,  dado que esto trae como consecuencia pérdidas de algún familiar o desgracias en  los hogares.
  
            
             
            
              
              No es una  devoción católica 
  
              El culto a la  Santa Muerte se ha extendido de tal forma en México que quienes lo profesan han  decidido no ocultar más su fervor y han puesto altares en la calle para que  cualquiera que requiera su ayuda pueda invocarla. 
  
              Sus promotores  la presentan como una «entidad espiritual» que ha existido  siempre, desde el principio de los tiempos hasta nuestros días, por lo que  maneja una energía denominada «energía de la muerte», capaz de  materializarse en una figura, que concentra tanto la fuerza creadora como la  destructora del universo. Según ellos, el creyente en la Santa Muerte puede  aprender a manejar esta fuerza, que emana de sus imágenes consagradas, puesto  que la Santísima (otro de sus nombres) es una de las protecciones más fuertes  que existen. 
  
              Para sus  devotos, la Señora, como la llaman afectuosamente, es capaz de aparecerse y  manifestarse corporalmente o imprimir sus imágenes en diversos lugares. En  libros y revistas en los que se promueve su culto, narran las intervenciones  milagrosas que han vivido, en las que la Santa Muerte los ha librado de múltiples  peligros y les ha ayudado a resolver problemas complicados. 
  
  ¿Qué decir al  respecto? Que se trata de una superstición más, que en este caso se manifiesta  dando características humanas y divinas a un fenómeno tan natural como la  muerte, que no es ni una persona ni siquiera una cosa o fuerza. Podríamos  definirla simplemente como el término de la vida. 
  
              Conviene señalar que los católicos que rinden culto a  la Santa Muerte y a sus imágenes, están haciendo un pecado gravísimo, pues les están atribuyendo poderes que no tienen ni  tendrán jamás. Por otra parte, en vez de poner la propia confianza en Dios, la  ponen en una supuesta entidad (o ser) espiritual que, sencillamente, no existe.  En realidad, la Santa Muerte no es una persona. Es sólo un fenómeno natural  como el nacer o el crecer (el inicio y el desarrollo de la vida), aunque nunca  se habla del Santo Nacimiento o Santo Crecimiento.
  
  
              Quienes siguen  este culto están lejos de Dios y lejos del Papa 
  
              Esta falsa  devoción la permite, favorece y promueve una agrupación no-católica que se  autonombra "Iglesia Católica Tradicional MÉX-USA, Misioneros del  Sagrado Corazón y San Felipe de Jesús". 
              
              Es un grupo  tradicionalista, que se opone a las reformas del Concilio Vaticano II y a la  autoridad del Papa. Este grupo religioso no está en comunión con la Iglesia  Católica ni con la Santa Sede, como podría desprenderse del nombre que ostenta.  
              
              Ni tampoco son una congregación religiosa católica, como parece sugerir el  nombre“Misioneros del Sagrado Corazón y San Felipe de Jesús”. Sus  ministros de culto no son sacerdotes católicos, y el arzobispo David  Romo Guillén -lider del grupo- no es reconocido por el Papa Juan Pablo  II. Hasta este momento ignoramos si son válidas sus ordenaciones sacerdotal y  episcopal y quién las realizó.
  
  
              Al respecto, el  padre David Romo habla a nombre de su comunidad, “Nosotros  no hemos encontrado nada realmente criticable, o a juicio nuestro, capaz de  juzgarse como herético o que desvíe la doctrina o el conocimiento de la fe. “
  
              Y por si  hubiera dudas, señala que no tiene nada que ver con la Iglesia Católica. 
  
  "Para  nosotros, no nos hace más, ni menos (católicos) esta situación, es más, hay un  lema que dice ´lejos de Roma y cerca de Dios´ y nosotros preferimos estar cerca  de Dios y lejos del Papa". 
  
              Claro, el culto  de la parroquia de la Misercordia no consiste exclusivamente en venerar a esta  imagen, pero su párroco no duda en afirmar que sobran razones para acaparar la  popularidad de la devoción, y que le duela al Vaticano si quiere. 
  
  "Ubicar a  la santa Muerte, en el lugar que le corresponde, que es el de los santos, es lo  natural, ya que este ser no necesita de una canonización, como el ángel  Gabriel, quien sin necesidad de que un Concilio o de que un Papa lo hubiese  nombrado santo, es santo porque es un ángel de nuestro señor", afirma el  sacerdote. "Lo mismo la Santa Muerte". 
  
  
  
  ¿Quién es la  muerte para un católico?
  
  “Morir, sólo es  morir. Morir, se acaba...” Así describe el muy recordado escritor José Luis  Martín Descalzo a la muerte. Y más que un estilo poético, recalca una verdad de  fe.
  
              La muerte es  una consecuencia de nuestro pecado original. No es un castigo  de Dios, sino una privación de los bienes que tenían Adán y Eva antes de  desobedecer a Dios Padre. Cristo quiso hacerse hombre, padecer, morir y después  resucitar para alcanzarnos la salvación eterna. De esta forma, la muerte para  el cristiano, aunque no deja de ser dolorosa y misteriosa, tiene un sentido  positivo y se convierte en un paso de este mundo al Cielo en donde estaremos en  presencia de Dios, y en donde tendremos dicha completa. Por eso, se entiende  esta frase bíblica: “ Cristo ha vencido a la muerte”. ( Catecismo  de la Iglesia Católica nos. 410-421, 1010-1014).
  
  
              Con la muerte  se experimenta una separación real de cuerpo y alma. El cuerpo del hombre  continúa un proceso de corrupción –como cualquier materia viva– mientras que su  alma va al encuentro de Dios. Esta alma estará esperando reunirse con su cuerpo  glorificado. Con la resurrección, nuestros cuerpos quedarán incorruptibles y  volverán a unirse con nuestras almas.
  
              Dios nos dio  una vida temporal en la tierra para ganarnos la vida sobrenatural. Con la  muerte termina nuestra vida en la tierra. ( Juan 5, 29, cf. Dn. 12,2).
  
  
              Desde que  Cristo venció la muerte y nos dio nueva vida, el cristiano mira a la muerte con  una granesperanza. Esto no quita, sin embargo, que uno sufra cuando  ve que nos dejan los seres que más amamos, o sienta miedo cuando vea que le  llega la hora de la enfermedad y de la muerte. Pero también,  en medio del dolor y del sufrimiento, el cristiano puede  levantar los ojos y contemplar a Cristo, que dio su vida por nosotros, que  murió a nuestro lado, que nos rescató con su Resurrección y  nos espera con los brazos abiertos en la vida futura.
  
  
              Cristo nos  dice: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn  15). Por medio de la muerte nosotros llegamos a la vida. No podemos estar en el  Cielo si no dejamos la vida terrena. Por lo tanto, es un paso necesario para  llegar al Cielo. La muerte a todos nos puede causar tristeza.  Pero no nos puede abatir. ¡Cristo es la respuesta a la vida y a la muerte!
  
  
  
              Sólo a Dios se  le da el culto
  
              Bien conocido  es el pasaje del Evangelio en el cual un doctor de la Ley le pregunta a Jesús  sobre cuál es el principal mandamiento de la Ley y la respuesta: “Amarás  a tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el  mayor y primer mandamiento”. (Mateo 22, 36-38).
  
              Ya en el  Antiguo Testamento, encontramos el mandato de Dios: “Yo, el Señor,  soy tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de la servidumbre.  No habrá para ti otros dioses delante de mí” . (Ex. 20, 2)
  
              Este mandato  lleva como consecuencia la necesidad de vivir la fe, la esperanza y la caridad.  Así como la virtud de la religión.
  
              La virtud de la  religión es la virtud moral, por la cual el hombre tributa a Dios el culto que  le es debido en justicia, como Creador y Ser Supremo.
  
              Amar a Dios  como al Ser supremo es una virtud. Podemos definir la virtud de la religión  como el hábito de amar a Dios por encima de todo. Se exterioriza por medio de  los actos de culto y por el cumplimiento de los Mandamientos. 
  
              El culto: son las acciones a través de las cuales el hombre  expresa su relación de amor y respeto a Dios.
  
              Existen  diferentes tipos de culto:
  
              Interno: culto  que se rinde a Dios en la conciencia, en el corazón, en la inteligencia y la  voluntad. Es el fundamento de la virtud. (Mateo 15, 8) Como pueden ser la  devoción, es decir, la disponibilidad y la generosidad ante lo referente al  servicio a Dios, y la oración.
  
              Externo:  manifestaciones externas en actos visibles, de la relación que se vive con  Dios.
  
              Hay diferentes  categorías de culto:
  
              Adoración:  culto interno y externo que se tributa a Dios y que en sentido estricto solo se  debe a Él, porque como criaturas sólo existimos por Él. Se llama de “latría”.
  
              Veneración:  culto que se tributa a los santos. A ellos nos encomendamos para que nos  alcancen por su intercesión las gracias de Dios. Este culto se llama de “dulía”.
  
              Una veneración  especial: reservada a la Santísima Virgen por su dignidad de Madre de Dios. A  este culto se le llama de "hiperdulía”.
  
              El culto a las  imágenes sagradas, fundado en el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios,  no es contrario al primer mandamiento. 
  
              El que venera  una imagen, venera en ella al modelo, a la persona que representa. Es una  veneración respetuosa no una adoración que sólo corresponde a Dios.(Catesismo  2132, 2141)
  
  
  
            
            No es ninguna santa  la muerte
Recordemos que sólo  la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, tiene la facultad de proclamar la  santidad de una persona. Cuando popularmente se tiene a un difunto como santo  que no ha sido reconocido por la Iglesia, puede ser que:
1. La devoción de la  gente acierte y años más tarde el difunto sea oficialmente reconocido por la  Iglesia como santo. 
2. Puede que el  difunto sea santo pero que nunca sea reconocido canónicamente.
3. Puede que la gente  se equivoque. La gente se identifica con quien tuvo luchas, sufrimientos y  tragedias. Pero no es suficiente sufrir para ser santo, hace falta vivirlo todo  con heroico amor y fidelidad a Jesucristo. La devoción a los verdaderos santos  está orientada a imitarlos en su total obediencia a Dios.
Para concluir  recordemos lo que la Sagrada Congregación para el Culto Divino ha dicho sobre  los peligros que pueden desviar la piedad popular y las sugerencias que propone  para poner remedio a estas eventuales limitaciones y defectos que de ella se  derivan.
65.El Magisterio,  que subraya los valores innegables de la piedad popular, no deja de indicar  algunos peligros que pueden amenazarla: presencia insuficiente de elementos  esenciales de la fe cristiana, como el significado salvífico de la Resurrección  de Cristo, el sentido de pertenencia a la Iglesia, la persona y la acción del  Espíritu divino; la desproporción entre la estima por el culto a los Santos y  la conciencia de la centralidad absoluta de Jesucristo y de su misterio; el  escaso contacto directo con la Sagrada Escritura; el distanciamiento respecto a  la vida sacramental de la Iglesia; la tendencia a separar el momento cultual de  los compromisos de la vida cristiana; la concepción utilitarista de algunas  formas de piedad; la utilización de "signos, gestos y fórmulas, que a  veces adquieren excesiva importancia hasta el punto de buscar lo  espectacular"; el riesgo, en casos extremos, de "favorecer la entrada  de las sectas y de conducir a la superstición, la magia, el fatalismo o la  angustia".
66. Para poner  remedio a estas eventuales limitaciones y defectos de la piedad popular, el  Magisterio de nuestro tiempo repite con insistencia que se debe  "evangelizar" la piedad popular, ponerla en contacto con la palabra  del Evangelio para que sea fecunda. Esto "la liberará progresivamente de  sus defectos; purificándola la consolidará, haciendo que lo ambiguo se aclare  en lo que se refiere a los contenidos de fe, esperanza y caridad".
En esta labor de  "evangelización" de la piedad popular, el sentido pastoral invita a  actuar con una paciencia grande y con prudente tolerancia, inspirándose en la  metodología que ha seguido la Iglesia a lo largo de la historia, para hacer  frente a los problemas de enculturación de la fe cristiana y de la Liturgia, o  de las cuestiones sobre las devociones populares.