Introducción
"Yo, vuestra Madre, la Madre de los santos y de los justos, y también de los que no lo son. Tengo ahora muchos nombres, pero sigo siendo siempre Yo: la pequeña Myriam de Nazaret"
(26-01-1982)
El silencio de María se hace Palabras
María, la Madre con innumerables dulces nombres de mujer, toda de Dios y de Jesús. Esta es la realidad de María de Nazaret, la que tiene muchos nombres, a quien se le dicen dulces palabras.
Habló María con el Ángel en Nazaret.
Habló con su prima Isabel en Ain Karim.
Habló con Dios en el canto del Magnificat.
Habló con Jesús, cuando lo encontró en el Templo a la edad de doce años.
Habló con Jesús, el día del milagro de Caná.
Luego, en los Evangelios, su voz calla.
Debía esperar su hora: la hora da María en la Iglesia. Y María, aquella de pocas palabras, volvió a tomar la palabra, como en Caná, a favor de sus hijos necesitados.
Habló en Guadalupe al pequeño indio Juan, Diego.
Habló en la Rue di Bac como Virgen Milagrosa.
Habló en La Salette
Habló en Lourdes.
Habló en Pontmain.
Habló en Pellevoisin.
Habló en Fátima.
Habló en Beauraing.
Habló en Banneaux.
Habló en Garabandal.
Habló en Roma en la gruta de las Tres Fuentes.
La Iglesia ha hablado, comprometiendo su palabra como maestra de la Verdad, aprobando estas locuciones.
La Virgen ha hablado también de muchas maneras distintas, bajo la forma de mensajes individuales, que no tienen la importancia de los grandes mensajes para la Iglesia.
Habló a sus santos.
Habló a sus místicos.
Habló a la Madre María de Jesús, de Agreda.
Habló a María Valtorta. Y María continúa hablando. Ella, que era de pocas palabras en los Evangelios, habla en sus mensajes íntimos con más confianza y en conversaciones más prolongadas.
A María de Jesús de Agreda le contó toda su vida y la de su hijo Jesús. Al final de cada capítulo le dio enseñanzas personales en su gran obra: "LA MÍSTICA CIUDAD DE Dios".
Habló con tiernas y copiosas palabras a María Valtorta. Ella, la silenciosa, la discreta, la de los mensajes breves y muy concretos, cuando se dirige a la Iglesia habla con palabras agradables y abundantes en sus conversaciones íntimas.
* * *
El libro que tienes en tus manos, recuerdo del Año Santo que se abrió con la fiesta de la Anunciación, es uno de aquellos que contienen las dulces palabras de María a los hombres. No son palabras doctas y profundas como aquellas que dirigió a Sor María de Agreda. No son, tampoco palabras de profundas enseñanzas y de recuerdos llenos de contenidos mariológicos, como cuando habló a Valtorta. Son palabras sencillas. Palabras que las madres dicen todos los días en sus familias, son las frases que se pronuncian en casa a la hora del trabajo, a la hora de la comida, a la hora en que se inicia la oración, a la hora en que declina el día y llega el sueño.
Este libro está lleno de estas palabras de la pequeña y sencilla María de Nazaret, palabras que tienen un encanto particular. No son repetidas mecánicamente como secuencia de un pasado que ya no existe. No son recuerdos nostálgicos de un pasado lejano. Son palabras de quien, en el mundo invisible de hoy, revive todo el pasado de su propia vida y de la vida de Su Hijo. Es María la de estos tiempos la que habla en estos mensajes, y de ahí que su encanto sea maravilloso. Es María de hoy en día, que recuerda, que revive, que penetra profundamente todos los hechos del pasado y los revive con la naturalidad y la frescura de los recuerdos más vivos, permanentemente vivos en la memoria.
Es toda la vida de Jesús y de la misma María de Nazaret, narrada en conversaciones simples con un alma sencilla y perceptiva, como es ella misma. Palabras familiares, palabras frescas como el perfume de los campos, como el aroma del pan, como los colores de la hierba, como la quietud de las tardes primaverales... Pero son de una simplicidad y una naturalidad totalmente compenetrada en lo sublime.
No hay mensaje que no sorprenda por un toque de inesperada profundidad, que es como la señal de la sublimidad que convence. Cierra el libro y di: "Nadie puede hablar con tanta inimitable sencillez". Esta es la firma, que se puede comprobar en algunas partes de cada uno de estos mensajes. A veces, es tan sólo una palabra la que despierta ecos en tu alma, que sólo tú puedes interpretar.
Otras veces es una sugerencia, que estaba latente desde siempre en tu intimidad, a la cual nunca habías dado forma. O es una afirmación de algo inmediato y de todos los días, que nunca podrías expresarlo así. Hay párrafos que ningún teólogo podría redactar, condensando en forma tan transparente una verdad trinitaria. Hay diálogos que toda madre ha tenido con sus familiares, pero que ningún literato pudo transmitir en sus obras con tanta frescura.
En cada nuevo mensaje se descubre una faz de María, siempre la misma, pero siempre nueva y sorprendente.
* * *
No se llega a Jesús con la sola inteligencia. No es la historia el camino completo para conocer la vida de Jesús. El sentimiento te impide penetrar la transparencia del Verbo. La imaginación no te ofrece una imagen real de Jesús. Los maestros te desorientan cuando te hablan del misterio del Hombre–Dios. Y tú tienes sed. Sed de cosas auténticas. Sed de aquello que es puro y no manipulado. Tú quieres llegar a conocerlo tú, por ti mismo, con tu manera personal de percibir cómo era aquella auténtica realidad de Jesús, cuando vivía en este mundo, cuando era niño y se comportaba como tal. ¿Cómo conseguir esto? Jesús tiene una forma personal de atraer a cada hombre. Pero esta atracción tiene un comienzo. Es la fascinación que se contagia de otro que ya está totalmente impregnado y compenetrado con el encanto de Jesús.
Tú estás llamado a vivir esta forma personal del encanto de Jesús.
Empero tienes que haber sido encantado por el contagio de otra persona, que ya está fascinada por Jesús.
Esta persona ideal es su Madre: María.
Y esta persona te comunica su encanto con sus palabras.
Con este libro tienes la ocasión de dejarte fascinar, siendo el alma de María una sola cosa con el misterio de Jesús.
Si lees estas páginas con sencillez de corazón, no podrás menos que sentir el inenarrable encanto virginal y mariano, que te lleva a la plenitud de la luz y a la pureza total del único hombre completamente distinto de los demás: el Hombre–Dios.
A través de lo íntimo del alma te llegará una luz, un gozo, algo indescriptible. No te sorprendas. ¡Deja que esta paz y esta luz te invadan! Son el espíritu de María y de Jesús, que actúan cada vez que recorres las simples páginas de este libro simple y divino, tal como es simple y divina la trascendente feminidad de esta mujer, Madre de Dios, que es ¡María de Nazaret!
Roma, 25 de abril de 1983.
Festividad de la Virgen del Buen Consejo.
AÑO SANTO DE LA REDENCIÓN
P. Antonio María de Arriaga (CP)
Convento de PP. Pasionistas - Bilbao