Primera Parte
» El Atéismo
Autor: P. Angel Peña O.A.R
En esta primera parte, vamos a hablar del ateísmo, presentando algunos testimonios de ateos convertidos a nuestra fe para que podamos entender a quienes todavía siguen en ese camino y, sobre todo, para que podamos sentir un nuevo celo por compartir con ellos nuestra fe, que es un maravilloso tesoro, que Dios nos ha regalado y que no podemos ocultar y mucho menos callarlo por comodidad, temor o egoísmo personal.
Hay en la actualidad muchos hombres que se dicen ateos y que, incluso, lo dicen con cierto orgullo, como si hubieran descubierto algo que los demás, por su ignorancia, todavía no conocen.
Muchos de ellos quizás sean solamente ateos teóricos, pues, en la vida real, actúan como si Dios existiera y llevan una vida correcta de acuerdo a su conciencia.
Ellos serán juzgados benévolamente por Dios, ya que quizás por malas experiencias o por prejuicios adquiridos, se han forjado una imagen falsa de Dios.
Hablan de un Dios injusto, cruel, amigo de los ricos y olvidado de los enfermos y de los pobres, que ciertamente no existe.
Pero hay otros ateos prácticos que rechazan toda idea de Dios, de moral o de religión, y viven sin perspectiva eterna, pues creen que todo termina con la muerte.
Evidentemente, al no creer en Dios, no aceptan la idea del bien o del mal. Porque ¿quién ha dicho que esto es bueno y esto es malo? Si Dios no existe, todo está permitido, como diría Dostoievski.
Basta repasar la historia del comunismo en Rusia y en otros países para ver a dónde han llegado los gobiernos ateos con sus crueldades y sus crímenes, con sus persecuciones y sus desprecios de los derechos humanos. El hombre sin Dios, puede volverse una bestia.
Por eso, alguien ha dicho que, si Dios no existiera, habría que inventarlo.
Pero ¿realmente Dios no existe?
¿Es solo una idea de la mente?
Veamos lo que dice el filósofo italiano Federico Sciacca, en su obra El ateo, expresando en un monólogo, los sentimientos de un ateo, que en lo profundo de sí mismo no está seguro de lo que dice:
Si Dios no existe, ¿qué más busco? ¿Qué busco todavía? Busco.
Y él, él, que no existe, me sigue, me persigue. Se me ha hundido aquí, en medio de la cabeza, como un clavo. Pienso y existe el clavo; pienso y se me clava más. El pensamiento es mi martillo cruel. Dios es siempre despiadado con los ateos.
Los persigue.
Déjame, Dios, no te necesito; necesito echar tu sombra para estar solo conmigo. Tú eres un espectro obstinado. Yo no tengo necesidad de ti.
¿Qué quieres, pues, espectro?... ¿Niego a éste o aquel dios? No, niego a Dios. ¿Y después? Después renace como la salamandra y toma todas las formas como el camaleón... A él se le puede matar. Lo he matado.
¡El espectro! Los espectros no se pueden matar. Él está dentro, 6 muerto, pero vivo. Yo, que le he matado, estoy muerto por él... No deja en paz ni siquiera a los muertos, los quiere resucitar...
Él está vivo, vivo, pegado como un ave de rapiña al cadáver de mi conciencia. Quisiera resucitarme a picotazos. Pero yo, antes de renacer con él, prefiero vivir muerto sin él. Es más viril.
¿0
estúpido?... En resumen, Dios está en mi ateísmo. Yo no sería ateo, si él no existiese. Es una contradicción insoluble. No la resuelvo más que obedeciéndole. No la venzo, sino creyendo en el Dios que niego, afirmando a Dios. Lo quiere mi propio ateísmo, lo exige tiránicamente.
Negar a Dios es la hipótesis prohibida, porque es afirmarle. Lo sé y me rebelo. Si tú no existieses, no te negaría. Y si existieses, ¿por qué esta tremenda tentación de la razón de negarte? Si tú no existieses, jamás yo hubiera podido pensar en ti...
Te pido paz... Tú, el amor, eres implacable como el amor verdadero y sufrido. Nada persigue más que el amor1.
Considero que el testimonio de ateos convertidos puede ser un buen argumento a favor de la existencia de Dios.
Ellos, generalmente, después de luchas y estudios, llegaron a descubrir la luz de Dios, que dio paz y alegría a sus vidas.
1 Federico Sciacca, Mi itinerario a Cristo, Ed. Taurus, Madrid, 1957 pp. 106-115