Tercera Parte
62» Católicos Comprometidos
Autor: P. Angel Peña O.A.R
En un pueblecito de la Sierra peruana, en el Departamento de Cajamarca, en la provincia de Cutervo, había cuatro campesinos que, después de haber vivido alejados de Dios y de toda práctica religiosa, empezaron a sentir inquietud de amar al Señor.
Un día, del año 1963, se presentaron al párroco de la parroquia de Sócota para pedirle confesión y que les diera unas charlas para que ellos pudieran conocer más la fe católica y así poder transmitirla a sus hermanos de los caseríos.
Al cabo de seis meses, habían conseguido que otros doce (en total dieciséis) fueran juntos a pedirle de nuevo al Padre que los confesara y que, una vez por semana, les diera una charla para ellos darla en sus comunidades del campo.
El sacerdote acogió la idea con beneplácito y comenzaron así a recibir formación católica y ellos daban los temas recibidos en sus caseríos.
Poco a poco, se enamoraron de Jesús y de nuestra fe. Aquellos primeros dieciséis fueron convirtiendo a otros y cada día aumentaban más los que deseaban recibir formación espiritual. Y empezaron a construir capillas en todos los caseríos y a reunirse una vez por semana.
Así surgieron los primeros catequistas, que se comprometieron a reunirse una vez al año con el obispo, el día del Corazón de Jesús, y, una vez al mes, como mínimo, en la parroquia, el día de primer viernes para confesar y comulgar.
Este movimiento de catequistas, que surgió de aquellos cuatro pioneros, se fue extendiendo sin parar.
En todas las parroquias de la Prelatura de Chota, comenzaron a surgir nuevos catequistas y personas comprometidas con la promesa de confesar y comulgar los primeros viernes de cada mes.
Era como un movimiento incontenible, avivado por el Espíritu Santo. Cuando visité aquellas comunidades por primera vez el año 1972, el movimiento de catequistas y laicos comprometidos era una hermosa realidad.
En mi propia parroquia de Pimpincos, se reunían los primeros viernes unos 300 hombres y mujeres.
Algunos llegaban descalzos, otros con sus llanques o sandalias, pero todos con mucho fervor, con lluvia o con sol, de cerca o de lejos, de hasta cinco horas de camino.
Era hermoso ver a todo un pueblo ponerse en camino hacia Dios. La iglesia se llenaba ese día. El sacerdote debía confesar durante horas y la misa era una fiesta con Jesús.
Y Dios bendecía a aquellos campesinos pobres, pero con mucha fe. El amor a María era muy fuerte entre ellos, pero, sobre todo, Jesús Eucaristía era el centro de sus vidas y esperaban con ansia el primer viernes para ir a comulgar.
Pronto se organizaron cursillos con distintas etapas de crecimiento para conocer mejor la Biblia y todos los temas importantes de nuestra fe. Actualmente, hay unos 1.600 catequistas en la Prelatura de Chota y un número inmenso de católicos comprometidos.
En todos los caseríos hay capilla y catequista, que reúne a los fieles un día a la semana. Realmente, Dios ha bendecido y sigue bendiciendo a la Prelatura de Chota, que es uno de los lugares del mundo con más número de vocaciones.
Y todo comenzó con cuatro hermanos, que tuvieron la osadía de cambiar de vida, de confesarse después de muchos años y de dedicarse con todo su fervor a convertir a sus hermanos.
Ellos se habían enamorado de Jesús y no podían quedarse callados, debían compartir su fe y su amor a Jesús con los demás.
Ahora yo te pregunto: ¿Eres tú apóstol entre los que te rodean? ¿Das testimonio de tu fe ante los demás? ¿Qué has hecho hasta ahora?
¿Qué piensas hacer? ¿Estás dispuesto a servir al Señor?
Tu fe es un regalo hermoso, que Dios te ha dado, y debes compartirla con los demás.