Primera Parte
35.2» Janne Haaland Matlary
Parte 2
Autor: P. Angel Peña O.A.R
Yo me convertí aquella Pascua. Era el año 1982. Tenía 25 años...
Fue el amor, el estar enamorada, lo que en definitiva me llevó a convertirme, no una decisión racional.
Había ido de la razón a la fe o, por lo menos, a cierta fe. Ésta no era muy sólida, pero yo amaba a la Iglesia.
No sé de dónde provenía ese amor. Pero sabía que si borraba a la Iglesia de mi vida, sería una desgraciada78.
Después de convertirme, viví durante muchos años en lo que yo llamo estado de cristiano dominguero. Iba a misa cada domingo y vivía el resto de la semana como si ese domingo no tuviese nada que ver con mi vida cotidiana.
Cumplía con las obligaciones de la Iglesia y me consideraba una buena católica79.
En 1992 fue con toda su familia a visitar la abadía benedictina de Pannonhalma, al oeste de Hungría, donde su esposo, que es húngaro, se había educado gratis.
Al llegar el régimen comunista al país, su padre, que había sido general del ejército, fue destituido y privado de todos sus bienes, pero los monjes lo conocían y dieron educación gratuita a su hijo.
Allí, en la abadía, ella conoció a un monje que sería su amigo y confidente durante muchos años en su camino a Dios.
Dice: Era un sabio, mayor, aunque joven de espíritu y de mente abierta. Era un hombre lleno de alegría y de juventud interior, pese a su avanzada edad. Este monje era una fuente de agua viva80.
Hablé con él. Jamás pensé que la confesión funcionaría y hubiese querido evitarla...
De pronto, sucedió la cosa más asombrosa e inesperada. Me recorrió una oleada de inmensa alegría que no se parecía a nada que me hubiese ocurrido antes.
No puedo explicarlo con palabras, pero fue un giro absoluto a mi vida como católica.
Dios, que hasta ese momento me resultaba una entidad bastante lejana, se convirtió en un Dios personal allí y en ese momento. El brillo de aquella experiencia duró mucho tiempo.
Ahora estaba suspirando por Cristo, mi amigo. Ya no era una posibilidad teológica, sino una realidad íntima y personal. Era la segunda vez que Cristo se me hacía presente de forma directa.
La primera fue en el jardín de los dominicos de Oslo, con el asombro de que Cristo era una persona viva. En aquella ocasión, me quedé, no sólo sorprendida sino asustada, pero marcó en mí una diferencia que produjo una conversión formal.
El segundo encuentro fue más fuerte. Igualmente sorprendente. Es casi imposible describirlo. Fue un giro aún mayor81.
Este giro en su vida determinó que, a partir de ese momento, se dedicara a vivir en unión con Cristo las 24 horas del día, a vivir en continuo amor con Jesús y a influir en la medida de sus posibilidades en todas sus acciones como católica, sea como miembro del partido de la Democracia cristiana a la que perteneció, y en el que era la única católica, sea en actividades políticas o universitarias.
A partir de ese día, ser católica para ella significaba vivir para los demás y comunicarles la alegría de ser católica.
Una vez le preguntaron a Chesterton, el gran escritor inglés, convertido al catolicismo, por qué se había hecho católico y respondió: porque quiero ser feliz. Esto mismo podría haber dicho ella.
Dice: Yo me hice católica, porque buscaba la verdad, pero una vez que empecé a frecuentar la misa fui inmersa en la fuente de felicidad de la Eucaristía.
Siempre volvía por la alegría que podía encontrar allí de un modo completamente misterioso. Me enamoré de Cristo.
Sin saber cómo ni por qué me encontré enamorada82.
Janne Haaland, una enamorada de Jesús, que quiere hacer partícipe de su felicidad y de su amor a Cristo Eucaristía a todos los que la rodean.
78 ib. pp. 45-46.
79 ib. p. 88.
80 ib. p. 90
81 ib. p. 93.
82 ib. p. 120.