Tercera Parte
63.1» Experiencia De Dios
Parte 1
Autor: P. Angel Peña O.A.R
Para terminar este libro, quisiera citar unas palabras del gran ateo, convertido, André Frossard.
Él fue un gran apóstol y misionero compartiendo nuestra fe a través de sus escritos, como periodista católico.
Dice así: Me he convertido, más valdría decir yo he sido convertido, al cristianismo en ese momento casi imperceptible de la historia en que los cristianos comenzaban a convertirse al mundo; y he roto con el ambiente marxista de mi infancia,justamente a tiempo para oír a los religiosos hablarme de Karl Marx.
Nuestros caminos discurrían en sentido inverso.
Nos cruzamos cortésmente, pero vi con claridad que, en su interior, se sorprendían de que yo hubiera abandonado tan cómodamente un sistema completamente nuevo y con su material científico, por creencias de dos mil años de edad, que ellos se preparaban a poner en tela de juicio unas tras otras.
No comprendían que el marxismo es una religión estrictamente, nada más, y que esta religión era ya más fuerte que lo que les quedaba de la suya…
¿Cambiaríamos la milagrosa dádiva divina de la Eucaristía, que contiene el objeto mismo de nuestra fe, la última de nuestras esperanzas y el principio de toda caridad, por la moneda falsa de las mentirosas ideologías que, como torres de humo, se elevan sobre las ruinas del pensamiento cristiano?150
Lo que voy a contarles no es la historia de un descubrimiento intelectual. Es el relato de una experiencia física, casi de una experiencia de laboratorio.
Al empujar el portón de hierro del convento (de las Adoratrices), yo era ateo… Yo era todavía ateo al pasar la puerta de la capilla y lo era aún en el interior de ella.
La gente a contraluz no me ofrecía más que sombras, entre las cuales no podía distinguir a mi amigo, y una especie de sol brillaba en el fondo del recinto, pero no sabía que se trataba del Santísimo sacramento. Yo no tenía ni penas de amor, ni inquietudes ni curiosidad.
La religión era una vieja quimera, los cristianos, una especie retrasada en el camino de la evolución: la historia se había pronunciado por nosotros, la izquierda, y el problema de la existencia de Dios estaba resuelto por la negativa desde hacía por lo menos dos o tres siglos.
En mi ambiente, la religión aparecía tan superada que uno ya no era ni siquiera anticlerical, salvo en los días de elecciones…
Veo todavía a ese muchacho de veinte años que era yo entonces (año 1935).
No he olvidado el estupor que sintió, cuando súbitamente se alzó ante él desde el fondo de esa modesta capilla, un mundo, otro mundo, de un esplendor imposible de soportar, de una densidad prodigiosa, cuya luz revelaba y encubría al mismo tiempo la presencia de Dios, de ese Dios respecto del cual él habría jurado, un momento antes, que jamás había existido salvo en la imaginación de los hombres.
Y, al mismo tiempo, lo recubría una oleada fulgurante de dulzura y alegría entremezcladas de una potencia capaz de destrozar el corazón y cuyo recuerdo jamás perdió, ni siquiera en los peores momentos de una vida, más de una vez atravesada por el horror y la desgracia;
ese muchacho que, desde entonces, no tiene otra tarea que ensalzar esa dulzura y esa desgarradora pureza de Dios después de que aquel día, por contraste, le mostró de qué barro estaba hecho…
Continuación en: 63.2» Experiencia De Dios -
Parte 2
150 Frossard André, ¿Hay otro mundo?, o.c., pp. 79-81.