Primera Parte
20» Alberto Leseur
Autor: P. Angel Peña O.A.R
Alberto Leseur (1861-1950) era un hombre de negocios, agnóstico y antirreligioso, que había querido quitar la fe del alma de su esposa.
Y dice: Elizabeth (mi esposa) había orado mucho por mi conversión.
En el mes de agosto de 1914, casi cuatro meses después de su muerte, la guerra acababa de declararse y el consejo de administración de la empresa que yo dirigía me confió la misión de salvaguardar la fortuna de la compañía.
Yo me puse de acuerdo con el presidente para transportar todo el dinero y cosas valiosas.
Debía partir el 31 de agosto, acompañado de mi secretario y de dos mozos, pero, la salida resultó imposible... La víspera, el pánico se había apoderado de París y el éxodo masivo había comenzado.
Yo estaba bloqueado en Paris sin poder salir, cuando, al último momento, todo se me facilitó contra todas las previsiones humanas, por un concurso de circunstancias demasiado extraordinarias para que la intervención de lo Alto pareciera innegable...
Baste saber que llegamos a Vierzon, donde tomamos un tren para llegar a Bordeaux, después de muchas vicisitudes por Limoges, Perigueaux y Coutras.
A duras penas, habíamos podido entrar en un vagón lleno, donde se iba a decidir el futuro de mi vida... Yo estaba en el tren pensando en los acontecimientos de nuestro país (en guerra), cuando, de repente, una voz interior habló a mi conciencia:
“Si tú has podido dejar París de una manera tan inesperada, no creas que sea para salvaguardar tus intereses materiales, que te han sido confiados...
Esto era necesario para que te sea posible ir a Lourdes, donde Dios te espera. Lourdes es el verdadero término de tu viaje. Tú debes ir a Lourdes, vete a Lourdes”.
Mi primer pensamiento fue de estupor. Yo me preguntaba, si no estaba dormido o era todo un sueño. Yo, sin embargo, estaba bien seguro de que estaba despierto.
Me di cuenta de que el tren estaba entre Chateauroux y Limoges, que eran las dos y media de la madrugada y yo me esforzaba en luchar contra aquello que me parecía extravagante; pero, de nuevo, se repitió la misma voz más imperativa.
Yo trataba de decirme que eso no era serio, pero la llamada se hacía cada vez más repetida, precisa y determinante. Yo reconocí la voz de Elizabeth y se levantó en mi espíritu como un gran resplandor. Era lo sobrenatural que tomaba posesión de todo mi ser.
Cesé de luchar, y me abandoné, me resigné y tomé la resolución y la promesa de que, después de llegar a Bordeaux para cumplir mi compromiso, iría Lourdes... Sólo a principios de octubre me fue posible ir a Lourdes.
Yo llegué a donde: “Dios me esperaba”. No era el Lourdes animado por la multitud de peregrinos, ahora estaba casi vacío, un lugar propicio para la piedad individual. Yo estaba completamente solo, no hablaba con nadie, me aislaba lo más posible.
Durante la semana entera, que pasé en esta santa ciudad, viví en el más absoluto recogimiento... Pero yo me sentía acompañado de Elizabeth, aunque invisible. Ella me dirigía y me conducía a Dios...
Una mañana, en la Gruta, al día siguiente de mi llegada, fui súbitamente conquistado. Mi voluntad fue dominada por una voluntad todopoderosa y exterior a mí.
Era la acción misteriosa e irresistible de la gracia. Caí de rodillas, movido por esta fuerza superior, y me puse a rezar de todo corazón, suplicando a la Virgen María que pidiera a su divino Hijo que me perdonara, que me diera la fe y me tomara para sí.
Yo había sido vencido y, cada día, renovaba esta petición...
Disfruté de la dulzura de esos momentos en los que Dios se apodera fuertemente y para siempre del alma...
Elizabeth me dirigió también a Lourdes en 1918, donde pasé dos meses para madurar mi vocación religiosa, que debía llevarme a la Orden de Predicadores17.
Leseur se hizo sacerdote dominico y vivió hasta su muerte dedicado a la predicación, amando intensamente a María y a Jesús Eucaristía.
17 Escribió estos detalles de su conversión en su libro Lourdes, ciudad santa, Ed. L’arbalete, citado por L’Abbé Gastón, Lourdes, Ed. Fleurus, 1958, pp. 101-108. También puede leerse El Diario Secreto de
Elizabeth.