10» Perdonar - Parte 2
Autor: P. Angel Peña O.A.R
El padre Ignacio Larrañaga dice:
En el observatorio de la vida me he topado con sorpresas inauditas: largas historias de esposas que sobrellevaron con ardiente paciencia las andanzas locas de sus maridos, atravesaron turbulentas crisis, estuvieron a las puertas de la separación, pero sobrevivieron.
Hoy, después de tantos años, constituyen parejas de oro, de una estabilidad envidiable y admirable, con esplendidas familias. Valió la pena4.
Perdonar es amar y amar es perdonar. También amar es aceptar al otro tal como es.
Aceptarlo con sus grandezas y miserias es una de las mayores muestras de amor.
Esto incluye perdonarle sus manías y sus limitaciones, y ayudarle en sus virtudes y genialidades para que pueda superarse. Y esto hay que hacerlo mutuamente.
Amar es ser tolerante con las opiniones diferentes del otro. Es ponerse en su lugar para ver las cosas desde su punto de vista.
Significa fijarse más en lo bueno del otro que en lo malo.
Es confiar en él a pesar de todo.
El amor supone confianza y dejar que el otro crezca de acuerdo a sus posibilidades.
Hay que darle su espacio personal y saber dejarlo libre en sus aficiones y gustos personales con tal de que ello no obstaculice la marcha del amor conyugal y familiar.
En el matrimonio, cada uno es diferente y piensa diferente. No se puede obligar al otro a pensar o hacer las mismas cosas. No se le puede privar de tener su propia personalidad y desarrollarse como persona distinta.
La libertad interior es fundamental para no sentirse uno esclavo del otro.
El manipular al otro, obligándole a ciertas cosas por placer, interés o comodidad personal, es no dejarle crecer y no es verdadero amor.
De todos modos, ambos deben tener la disposición permanente de saber perdonar, cuando surjan los problemas o malentendidos.
Perdonar es amar y sin perdón no puede haber felicidad.
En una oportunidad, vino a visitarme un esposo que había descubierto la infidelidad de su esposa. Estaba desesperado. No quería perdonarla y había decidido abandonarla y llevarse a sus hijos.
Yo le hablé ampliamente del perdón. Al final, después de mucha oración ante el Santísimo Sacramento, pues iba todos los días a pedir a Jesús luz y fortaleza, pudo perdonarla.
Y su matrimonio mejoró enormemente.
La decisión de perdonarla fue la mejor decisión de su vida. Ahora son dos esposos unidos y maravillosos. Esto mismo he podido apreciar en varios casos en que el hombre ha sido infiel.
En estos casos, les recomiendo la misa diaria y la oración diaria ante el Santísimo Sacramento. Jesús Eucaristía es la mayor fuerza del mundo para poder solucionar los problemas más difíciles e insolubles del corazón humano.
Veamos lo que contaba una señora:
En mi juventud me sentí defraudada por mi propia familia.
Crecí cargada de complejos, inseguridad, inmadurez, miedo, dudas y, al mismo tiempo, orgullo y soberbia.
Con este bagaje iba buscando dónde apoyarme. Y así es como me casé, esperando encontrar apoyo y amor. ¡Amargo fracaso!
Ni encontré amor ni supe darlo. A mis hijos sólo les daba comida, regalos y dinero, pero no amor, ni siquiera amabilidad.
Sentí gran rebeldía contra Dios y llegué a increparle:
¡Qué clase de Padre eres que permites tanta amargura en mi vida! ¡No puede existir un infierno peor que el que yo vivo!
Otros hombres, todos, me parecían mejores que mi marido.
En una ocasión, me cegué por un hombre que sabía corresponderme y a punto estuve de separarme de mi esposo.
Pero, poco a poco, mi conciencia fue despertando y me di cuenta del engaño y gravedad de mi pecado, llenándome de remordimientos y angustias.
Fue tanto que, durante más de cinco años, he estado enferma mentalmente, pensando que Dios no podía perdonarme y no había remedio para mí.
Hace un año, cuando me confesé, encontré al Dios-Amor.
Conforme voy conociendo a Jesús, Él va sanándome y rehaciendo mi vida. Ahora que Él me ha dado su amor y perdón, soy capaz de dárselo a mis hijos y a otros.
Las relaciones con mi esposo se han tornado de entendimiento y entrega. Ahora sólo deseo amar y hacer el bien a todos como instrumento en las manos del Señor, que llena y cambia mi vida5.
4 Larrañaga Ignacio, El matrimonio feliz, Ed. san Pablo, Buenos Aires, 2005, p. 140.
5 Iragui Marcelino, Sáname, Señor, Ed. Monte Carmelo, Burgos 2007, p. 101.