12» Fidelidad - Parte 2
Autor: P. Angel Peña O.A.R
¡Qué hermoso en cambio, es el testimonio de fidelidad de Penélope, la esposa de Ulises, tal como se narra en la Odisea!
Penélope es un ejemplo de esposa fiel para todas las generaciones. Habían pasado veinte años desde que Ulises había salido de la isla de Itaca donde vivían.
Primero, había participado en la guerra de Troya y, después, se había extraviado en el camino de vuelta, errando sin norte por los mares.
Mientras tanto, en esos veinte años, Penélope era acosada por muchos pretendientes; muchos de ellos ricos e importantes.
Muchos querían casarse con ella y la asediaban continuamente sin dejarla tranquila. Tan apremiada estaba que llegó a prometerle a uno que se casaría con él, cuando terminase la labor que tenía entre manos.
Durante el día, la veían tejiendo con diligencia su paño, pero durante la noche, ella misma deshacía cuanto había hecho durante la jornada.
Un día llegó la noticia de que había regresado su esposo Ulises. Ella no se lo cree y piensa que algún impostor quiere engañarla para suplantar a su esposo.
Habían pasado veinte años y Ulises estaba cambiado. Ya no era el jovencito hermoso que ella había conocido y duda de que sea Ulises, su esposo.
Hasta que él le relata un secreto que nadie podía saber sino él.
En ese momento, Penélope estalla en llanto; lo abraza, lo besa y le dice:
Perdóname, por no haberte creído desde el primer momento.
Mi pobre corazón se estremecía de horror al pensar que podía venir alguien y engañarme con falsas palabras. ¡Son tantos los malvados que querían engañarme!
El rey Agamenón la ensalzó, diciendo de ella:
Oh mujer, rica en virtudes sublimes, seguías pensando continuamente en Ulises, el esposo de tu juventud. La gloria de tu fidelidad no pasará jamás.
Y, ciertamente, su ejemplo es un testimonio de fidelidad para todas las esposas de todos los tiempos6.
¡Qué hermoso es también el caso de Rut la moabita, que sigue fielmente a su suegra hasta la muerte, para cuidarla y acompañarla!
Según el texto sagrado, Ruth le dice a su suegra Noemí:
No me pidas que te deje y que me separe de ti.
A donde tú vayas iré yo y, donde vivas, yo viviré.
Tu gente será mi gente y tu Dios será mi Dios.
La tierra que, muerta, te reciba en su seno, será la tierra donde yo muera y donde se abrirá mi sepultura.
Que el Señor así me lo otorgue y escuche mis votos; que sólo la muerte me separe de ti. (Rut 1, 16-18)
Es muy hermoso ver parejas de ancianos, tomados de la mano que dicen convencidos: Si mil veces naciera, la(o) escogería de nuevo. Ancianos que, a pesar de los pesares, siguen apoyándose y se sienten orgullosos de sus hijos, aunque estén lejos.
Y ¿cuál es la clave?
Darlo todo. Como la viuda pobre del Evangelio, que dio todo lo que tenía para vivir. Esa es la clave de la felicidad en el matrimonio:
Cada uno debe darlo todo sin reservarse nada, sin esconder nada.
Así por la noche, cuando vayan a descansar, podrán mirarse a la cara y decirse:
Eres lo más hermoso del mundo para mí. Mi vida es tuya. Tú eres el amor de mi vida y la reina(o el rey) de mi corazón.
Yo admiro a las esposas que llevan de paseo a sus esposos en silla de ruedas. Acompañan con cariño al esposo que quedó ciego o paralítico.
O cuando ayudan y cuidan de su hija enferma durante años…
Estos esposos fieles, unidos y felices, son flores del jardín de la vida que nos entusiasman y nos dan aire puro para seguir viviendo con amor, a pesar de las dificultades de cada día.
Porque estos ejemplos de entrega y fidelidad hacen el mundo más puro, más alegre y más humano.
6 Toth Tihamer, Matrimonio Cristiano, Ed. Poblet, Madrid, 1942, pp. 85-86