Monday December 23,2024
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MATRIMONIOS FELICES


»  Oración

»  Introducción


1»  Noviazgo

2»  Matrimonio - Parte 1

3»  Matrimonio - Parte 2

4»  Amor - Parte 1

5»  Amor - Parte 2

6»  Diálogo - Parte 1

7»  Diálogo - Parte 2

8»  Diálogo - Parte 3

9»  Perdonar - Parte 1

10»  Perdonar - Parte 2

11»  Fidelidad - Parte 1

12»  Fidelidad - Parte 2

13»  Aspecto sexual - Parte 1

14»  Aspecto sexual - Parte 2

15»  Abiertos a la vida
Parte 1

16»  Abiertos a la vida
Parte 2

17»  Los hijos

18»  Matrimonio Cristiano
Parte 1

19»  Matrimonio Cristiano
Parte 2

20»  Oración - Parte 1

21»  Oración - Parte 2

22»  Matrimonios Felices
Parte 1

23»  Matrimonios Felices
Parte 2

24»  Matrimonios Felices
Parte 3

25»  Esposa ideal - Parte 1

26»  Esposa ideal - Parte 2

27»  Un Mensaje de María

28»  Renovación de las Promesas Matrimoniales

29»  Entronización del Corazón
de Jesús

30»  Consagración a María

31»  Consagración al Corazón
de Jesús

32»  Consagración de la familia al Corazón de Jesús


33»  Conclusión

34»  Bibliografía

 

24» Matrimonios Felices - Parte 3

Autor: P. Angel Peña O.A.R  

El padre Clemente Sobrado cuenta que un día le llegó una confesión escrita en la que alguien le decía:

Aquella mañana del 8 de enero de 1976, cansado de la rutina del trabajo y de la vida diaria, decidí aflojar tensiones y me propuse correr una pequeña aventura.

Marqué el número del teléfono. Me contestó ella misma con su voz clara… Escuchó mi propuesta. Dudó unos instantes.

Luego, decidida, aceptó salir conmigo aquella noche. Me esperaría lista a las ocho y treinta. A esa hora, su marido no estaría en casa y sus hijos estarían ya en cama.

Ella, igual que yo, necesitaba unos momentos de diversión...

Su esposo era uno de esos hombres que suelen trabajar en exceso y que muchas veces no tenía tiempo para fiestas.

Al colgar el teléfono, me quedé pensando en ella. Era una mujer que, pese a sus cinco hijos, se mantenía bonita y atractiva. Era fina, elegante, culta y de trato encantador. Me preparé para pasar una gran noche.

La había conocido, cuando aún era una muchachita soltera, muy bonita y llena de alegría de vivir.

Fue allá en Buenos Aires. Ambos éramos estudiantes y salíamos a bailar juntos.

Esa mañana del 8 de enero venían aquellos recuerdos llenos de colorido, unidos al inevitable romance. Luego... ella se había casado.

El esposo era una buena persona y trabajador. Tenía cinco hijos y la mayor casada, le había hecho ser abuela, aunque en nada había mermado su espíritu juvenil.

A las ocho y media en punto la busqué en el lugar concertado y allí estaba ella, elegante, sonriente como antaño. Le abrí la puerta como en los días de Buenos Aires.

Ella agradeció la galantería y conversando nos dirigimos a un restaurante de comida italiana. Ocupamos una mesa, discretamente iluminada por un lamparín, desde donde casi podíamos ver sin ser vistos.

Rememoramos aquellos momentos pasados juntos veintiséis años atrás. Juntamos nuestras manos discretamente, varias veces, como en aquellos años...

Llevados del entusiasmo, decidimos escaparnos a bailar a alguna boite como años antes... Adentro, todo era penumbra de distintos colores, suaves, difusos, cargados de misterioso ambiente.

Un mozo, provisto de linterna, nos ubicó en una mesa con asientos sólo para dos, frente a la pista de baile.

Todo invitaba al amor, la confidencia, la intimidad. Y allí estábamos los dos, tomados de la mano sin decir palabra. Sólo se veían sombras de colores.

En la penumbra difícilmente seríamos reconocidos. Y salimos a bailar, muy juntitos. Luego lo inevitable, el primer beso, seguido de otros más apasionados…

Nuestros caminos, una vez más, nos habían unido. No había ni un asomo de remordimiento en ninguno de los dos. Éramos inmensamente felices pese a nuestros años…

Mañana sería otro día y volveríamos a la rutina diaria. Ella a su esposo bueno y a sus hijas. Y yo a mi esposa y a mis hijas también.

A la una de la madrugada, felices, plenos el uno del otro, salimos de la boite. En el automóvil se sentó muy junto a mí… y abrazados, regresamos a su casa por las ya solitarias calles de la ciudad. Palabras de cariño.

Terminaba la aventura con una cierta melancolía y con planes para escaparnos juntos muy pronto...

Al llegar a la puerta de su casa, bajé a abrirle la puerta del coche. Todo estaba silencioso. Su esposo aún no estaba en casa. Sus hijos dormían. Nos miramos sin decir palabra, nos dimos un beso y, luego, sin soltarnos de la mano, me invitó a entrar con ella.

Solamente quisiera aclarar que esa mujer maravillosa, madre de familia ejemplar, a quien hacía 29 años había conocido, ERA MI PROPIA ESPOSA.

La aventura había sido decidida para celebrar juntos el 26 aniversario de nuestro matrimonio23.

Para muchos, esto puede parecer una telenovela barata, pero es cierto que hay parejas que, después de 26 años de haberse dicho SI con mayúsculas, todavía siguen amándose y siendo felices el uno al lado del otro.

Todavía existen matrimonios felices y quizás más de los que la gente se imagina. Lo que pasa es que los matrimonios felices no tienen tanta publicidad como los matrimonios rotos.


23 Sobrado Clemente, o.c., pp. 23-27.

 

 
   


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