Oración: de San Efrén
¡Oh inmaculada y purísima Virgen María, Madre de Dios, Reina del universo, bondadísima Señora nuestra! Vos sois superior a todos los Santos, la esperanza de los escogidos y la alegría del Paraíso.
Vos nos habéis reconciliado con nuestro Dios; Vos sois la única abogada de los pecadores, el puerto seguro de les que naufragan, el consuelo del mundo, la redentora de los cautivos. el regocijo de los enfermos, el recreo de los afligidos, el refugio y la salvación del universo.
¡oh excelsa Princesa, Madre de Dios, cubridnos con las alas de vuestra misericordia, tened piedad de nosotros!
No tenemos más esperanza que en Vos, ¡oh Virgen purísima!; nos hemos entregado a Vos, y consagrados a vuestro obsequio, llevamos el nombre de vuestros siervos; no permitáis, pues, que el demonio nos lleve consigo al infierno.
¡oh Virgen inmaculada!, ponednos bajo vuestra protección: por esto acudimos sólo a Vos, y os suplicamos que impidáis que vuestro Hijo, irritado por nuestros pecados, nos abandone al poder del demonio.
¡oh María, llena de gracia!, alumbrad mi entendimiento, moved mi lengua para cantar vuestras alabanzas y principalmente la Salutación angélica tan digna de Vos.
Yo os saludo, oh paz, oh alegría, oh salud y consolación de todo el mundo.
Yo os saludo, oh el mayor de los milagros que jamás se haya obrado en el mundo; paraíso de delicias, puerto seguro del que se encuentra en peligro, fuente de la gracia, medianera entre Dios y los hombres.
¡Oh Madre de Jesús, amor de Dios y de todos los hombres!, a Vos sea dado honor y bendición, con el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo. Amén.