II 2c. Oracion
            
             !Oh  Madre de piedad. Virgen sacratísima! Ved aquí a vuestros pies al pecador ingrato que,  menospreciando tantas veces la gracia  divina, hizo  traición a Dios y a Vos; pero mi gran miseria no me quita la confianza, antes  bien, me la aumenta, porque espero que así también serán mayores las muestras  de vuestra misericordia.
               
   Dad a conocer a todo el mundo que, del mismo modo que sois  para cuantos acuden a Vos clemente y  generosa, igualmente lo sois para conmigo.  Basta, Señora, que me miréis y os compadezcáis de mí, porque, mirándome, no  podréis dejar de protegerme. 
             Y si Vos me protegéis, ¿qué podré temer? 
               
               Nada; ni  a mis pecados, porque Vos podréis remediar el daño hecho; ni a los  enemigos infernales, porque sois más  poderosa que todo el infierno; ni tampoco la ira justa de vuestro Hijo, indignado contra mí, porque una palabra que Vos  le digáis será suficiente para aplacarle. 
             Sólo temo dejar por mi culpa de encomendarme a Vos en las tentaciones y  perderme así. Pero esto es lo que  hoy os prometo, solicitando al mismo tiempo que me ayudéis a cumplirlo con fidelidad. 
             Ved qué hermosa ocasión se os  presenta de dar contento a vuestro piadoso corazón favoreciendo a un miserable. En Vos coloco toda mi esperanza;  alcanzadme gracia de llorar mis pecados con verdadero arrepentimiento y  fortaleza, para no volver a pecar. 
             Enfermo estoy, pero tenéis a vuestra disposición la medicina del Cielo. Si mis  pecados me han hecho débil, vuestra  protección me puede hacer fuerte y robusto. En fin, todo lo espero de vuestra mano, porque todo lo podéis para con Dios.