IV 2b.Ejemplo: Amparado por la Virgen en el tribunal de Cristo
             
            
             Vivía en Reisberg  un canónigo regular devotísimo de la Virgen   María, llamado Amoldo, el cual, viéndose a las puertas de la  muerte, y habiendo ya recibido todos los Sacramentos, llamó a sus compañeros y Íes pidió no le dejasen solo  en aquel punto.
               
Dicho esto, empezó a temblar, y con un sudor frío, los ojos desencajados y voz espantosa, dijo: «¿No veis que los demonios me quieren llevar?» Después  dio un grito, diciendo: «Hermanos,  pedid por mí a María Santísima; en Ella confío.»  
Se pusieron al instante a rezar la   Letanía de nuestra Señora, y al decir: Santa María, ruega por  él, exclamó el moribundo: «Repetid, repetid muchas veces el nombre de María que ya me hallo en el tribunal  divino.» Aquí se detuvo, y a poco dijo, como respondiendo:
«Es cierto que lo  hice, pero también hice penitencia.» Y  volviéndose a la Virgen, imploraba su favor, diciendo: 
«Señora, si Vos  me ayudáis me salvaré.» Le volvieron los demonios a dar otro asalto, pero él se  defendía santiguándose con un santo Cristo y  llamando sin cesar a su dulce  abogada. 
Así pasó la noche. A la mañana se serenó, y alzando la voz dijo  con alegría: «Mi Señora y refugio me ha alcanzado misericordia y salvación.» 
En  esto vio que le convidaba a que le  siguiese, y respondió al instante: «Voy, Señora, voy», y hacía fuerza para  levantarse; mas no pudiendo seguirla con el cuerpo, expiró dulcemente,  y, como esperamos, voló el alma en su  compañía al reino de la eterna felicidad.