Oración: de San Germán
            
              ¡Oh única Señora mía, único consuelo que recibo de Dios! Vos, que sois el  solo y celestial rocío que me refrigera en  mis penas; Vos, que sois la luz: de mi alma cuando se halla rodeada de  tinieblas: 
               
               Vos que sois mi guía en mis viajes, mi fortaleza en mis debilidades, mi tesoro en mi  pobreza, mi medicina en mis  enfermedades, mi consuelo en mis lágrimas; Vos, que sois mi refugio en mis miserias, y la esperanza de mi  salvación, oíd mis ruegos, apiadaos de  mi cual conviene a la Madre  de un Dios que tanto ama a los hombres. Concededme todo cuanto os pido.
               
Vos, que sois nuestra defensa y alegría. Haced que sea  digno de gozar con Vos aquella felicidad que gozáis en el cielo.
 Sí, Señora mía. mi refugio, mi vida, mi auxilio, mi defensa, mi fortaleza, mi alegría, mi  esperanza; haced que me reúna con  Vos en el Paraíso. 
Yo sé que siendo  Vos la Madre de  Dios, si queréis, podéis obtenerme esta gracia. ¡Oh María! Vos sois omnipotente para salvar a los pecadores y no necesitáis recomendación alguna, porque sois la Madre de la verdadera vida.