IX 1c. Oracion
            
             ¡Oh  Madre de misericordia!, ya que son tan ardientes vuestros deseos  de acceder a las súplicas de los pecadores, yo, el más infeliz de  todos, vengo hoy a las puertas de vuestra piedad. 
               
               Pidan otros lo que  quisieren: salud, honores, fortuna; yo pretendo lo que Vos misma principalmente  deseáis de mí y es más conforme con la bondad de  vuestro amantísimo Corazón. 
               
               Vos fuisteis humildísima: alcanzadme  la verdadera humildad y la alegría en los desprecios. 
               
               Vos  fuisteis pacentísima en sufrir las penas de esta vida: alcanzadme paciencia  en las adversidades. 
               
               Vuestro amor para con Dios fue ardentísimo:  haced que yo también le ame con amor puro y santo.
               
Para con  los prójimos fue beneficentísimo: yo solicito para con todos  la caridad cristiana, mayormente con los que me son molestos y  contrarios. 
               
               Vuestra voluntad estuvo siempre unida a la voluntad de  Dios: pedid para mí una entera resignación en todo cuando el Señor  dispusiere de mi. 
               
               En suma: Vos sois la criatura más santa de cuantas  salieron de la mano de Dios; ayudadme a santificarme a mí también. Ni amor ni  poder os falta, y sólo puede ser motivo para no lograr  vuestros favores, o mi descuido en recurrir a Vos, o mi poca confianza  en vuestra intercesión.
               
Pues estas dos gracias especiales  son las que ahora pido y espero  de vuestra bondad: acudir siempre a Vos y confiar siempre en Vos.
Vos sois mi  Madre, mi esperanza, mi mor, mi vida, mi refugio y mi  consuelo, y espero seréis mi gozo por toda la  eternidad. Amén.