III 2c. Oracion
Purísima Virgen María, adoro vuestro santísimo corazón, donde tuvo el Rey de los Cielos su descanso y delicia.
Yo, pecador miserable, vengo a vuestra presencia con el mío lleno de manchas. y así no alego méritos ni virtudes, antes bien, sé que por mis vicios no merezco más que tormentos eternos.
Pero ahora que siento deseos vivos de enmendarme, me valgo con toda confianza de vuestra bondad y misericordia. Mirad, Señora, lo que vuestro dulcísimo Hijo padeció por mí, y de esta suerte no podéis desecharme.
Os ofrezco todas las penas de su santísima vida, el desabrigo del pesebre, los trabajos de la huida a Egipto, la pobreza, agonía, sudor de sangre y muerte afrentosa con que a vuestra presencia expiró en la cruz.
Por todas estas penas y por el tierno amor que le tenéis, os pido me deis la mano para conseguir mi salvación. Madre mía, no creo que me abandonéis ahora que arrepentido, acudo a Vos e imploro vuestro valimiento.
Si otra cosa pensara, haría injuria a vuestra misericordia, que siempre busca a los más infelices para salvarlos. No, no negaréis vuestra piedad a quien Jesús no negó su preciosa sangre; pero como sus méritos no le aplican si Vos no intercedéis, así lo espero de vuestra piedad.
No ion riquezas, honores, ni otros bienes del mundo lo que solicito. Pido la gracia de Dios, su amor santísimo, el cumplimiento de su voluntad, y después, la gloria, para amarle eternamente.
¿Será posible que me escuchéis? Sí, ya me escucháis; ya me recibís bajo Vuestro manto; ya rogáis por mí; ya me alcanzáis lo que deseo. Sea Mli Madre mía, y no me dejéis nunca ni ceséis un instante de pedir por mi hasta verme salvo en el Cielo, donde, postrado a vuestras plunlus. no me cansaré de bendeciros y ensalzaros eternamente. Amen.